Marta Peirano es una de las voces más respetadas en nuestro país sobre privacidad y seguridad en internet. Ahora publica el libro "El enemigo conoce el sistema". Hablamos con ella
Marta Peirano se queda congelada mirando la pantalla apagada de su móvil. Por unos segundos ha entrado como en shock. "Me acabo de dar cuenta que esta mañana quité las pegatinas de las cámaras y no las he vuelto a poner". Peirano, periodista, escritora y una de las voces más respetadas en nuestro país sobre privacidad y seguridad en internet, no da un paso sin las cámaras de su móvil y portátil totalmente cubiertas. No es paranoia ni postureo. 'Hackear' hoy en día el micro o la cámara de un 'smartphone' es cosa de niños. Lo hizo hasta la LaLiga. Para ella, colega de Snowden y una de las mayores críticas del millonario negocio que han montado Facebook, Google o Amazon a costa de nuestros datos, proteger la privacidad es lo último que nos queda. Y ya ni eso. "Con el 5G, despídete".
El discurso de Peirano para algunos suena a puro delirio. Para otros es la lectura más fina y valiente de lo que de verdad se esconde tras la maquinaria de las grandes tecnológicas paridas en Silicon Valley. "Internet ya no es una red que conecta a todo el mundo con todo el mundo. China es un internet aparte. EEUU es una internet aparte. Y Europa es una internet aparte. Por eso se pelean por ver quién desarrolla el 5G. Internet, tal y como surgió, ya no existe ni va a exisitir, habrá diferentes redes conectadas a diferentes empresas", explica en una entrevista con Teknautas. Es solo una de las teorías que desarrolla a base de ejemplos, datos y bofetadas en su último libro, "El enemigo conoce el sistema" (Debate) que sale a la venta este jueves. Hablamos con ella.
PREGUNTA. Su definición de internet desasosiega. Asegura que se ha convertido en una herramienta de manipulación de masas. ¿Por qué?
RESPUESTA. Internet está dominado por un modelo económico basado en la extracción de datos para la manipulación de personas con el fin de venderles objetos, servicios, experiencias, candidatos políticos... Y está en manos de cada vez menos empresas que pelean entre ellas a muerte por dominar ese mercado. Los gobiernos de hecho son clientes de esas compañías y usan sus infraestructuras para controlar a la población, producir 'fake news' o perseguir a disidentes.
P. El libro empieza fuerte. Sobre Facebook: "Su principal gasto no tiene que ver con la innovación, sino con la compra de gobernantes para que les deje explotar el planeta, explotar a los trabajadores y explotar a los usuarios para ganar dinero".
R. Una de las formas de ver toda la infraestructura que está detrás de internet es como un gasto energético. Cada vez que le das al me gusta, subes una foto a Google o envías un mensaje idiota con un emoticono, usas esa infraestructura que consume una gran cantidad de energía. ¿Explotación de empleados? Facebook subcontrata muchísimo en EEUU y fuera, en ciudades como Barcelona. En estos sitios los empleados están sujetos a horarios infernales y, sobre todo, a un trabajo que en la mayor parte de países civilizados estaría prohibido: ver decapitaciones, gente torturando animales, vídeos de adultos manoseando niños... Sobre la explotación de los usuarios, más allá de cómo usan nuestros datos, hay un ejemplo: Facebook te hace etiquetar a todo el mundo solo para perfeccionar su algoritmo. Ha explotando tanto a los usuarios para esto que su algoritmo de reconocimiento facial es uno de los más infalibles del mundo, con una precisión del 97%, más que el del FBI o la gente que lleva años dedicándose a esto. Y todo porque ha tenido a sus miles de millones de usuarios etiquetando fotos durante 15 años.
P. Facebook, Google o Apple se llevan las críticas, pero usted anima a culpar antes a gente como B. J. Fogg, uno de los primeros investigadores de Stanford en dar con la tecla de cómo engancharnos al móvil. Silicon Valley se frotó luego las manos.
R. Hablo de Fogg porque fue de los primeros que ha aplicado teorías del conductismo al mundo digital actual. Mucha gente me dice, ¿por qué nos dejamos espiar así, somos idiotas o qué nos pasa? No creo que seamos del todo responsables de lo que nos pasa porque la pelea contra el poder de estas aplicaciones es muy desigual. Estas empresas contratan a cientos de genios para componer un pedazo de código cuya función es mantenerte pegado al móvil durante el mayor tiempo posible. La gente tiene que ser consciente de que estas aplicaciones no son inocuas, están diseñadas literalmente como máquinas tragaperras, para ser irresistibles, no porque ellos quieran crear adictos, sino como consecuencia de su modelo de negocio, que consiste en extraer datos. Y para que ese modelo funcione, necesitan tenerte colgado del móvil.
P. El Pentágono inventó internet y luego la CIA y la NSA invirtieron muy al inicio en Google. ¿No empezó todo ahí?
R. Sí, y me cuesta resistirme a la ironía de que el problema que tenemos ahora, después de 20 años, sea la vigilancia, cuando se trataba en un principio de una infraestructura creada para vigilar los movimientos del Viet Cong. La semilla de la vigilancia es parte del concepto mismo de la red.
P. Luego vinieron otros visionarios. En su libro nombra a Steve Jobs, pero lo califica de tóxico.
R. Jobs era un genio, un visionario absoluto, pero un genio del mal: siempre puso su genialidad al servicio de su propio beneficio. Si lo comparas con Richard Stallman, por ejemplo, que también es un genio, él ha usado su don en beneficio de lo común. Creó un sistema y un movimiento irrepetible, el del software libre, en el que obligaba a que todo el mundo saliera ganando.
P. Hay mucha controversia sobre si realmente existe o no la adicción a internet. ¿Cómo puedo saber si estoy enganchado?
R. No creo que exista la adicción a internet sino a las aplicaciones, a WhatsApp, Instagram o Twitter. Están diseñadas para que sientas que están pasando cosas ahí y que tú necesitas estar pendiente porque si te quedas fuera te quedas fuera para siempre. Están creadas para que tengas miedo a quedarte atrás. Entras el metro y está todo el mundo pegado a su pantalla. Si eliminas al 32% de quienes están jugando al Candy Crush, que también está diseñado para ser adictivo, la mayor parte de la gente está en su Facebook, en su Instagram etc.
P. ¿Qué hay de malo en eso? Igual se están informando, leyendo, están aprendiendo cosas nuevas. ¿En qué punto pasa a ser eso un problema?
R. Cuando no sabes hacer otra cosa. Yo estoy suscrita a una revista de papel, hace unos años me la leía del tirón, ahora la leo y estoy todo el rato deteniéndome para mirar cosas en el móvil. Y eso que hablamos de una revista de papel. Como estés leyendo online, olvídate. La gran mentira es que pensamos que somos adictos al contenido, a la información de fútbol, cocina, economía, tecnología... lo que sea. La realidad es que somos adictos a la aplicación.
P. Oficialmente no está reconocido ni demostrado que exista adicción a internet o a las aplicaciones. No se ha incluido en la 'biblia' de las adicciones, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5) y, además, todo indica que quienes sufren casos de extrema dependencia de internet o de las 'apps' es porque es manifestación de trastornos ya existentes como ansiedad o depresión. ¿Estamos culpando a la tecnología cuando el problema lo tenemos nosotros?
R. Las estadísticas de los últimos años sobre depresión adolescente vinculada con el uso de redes sociales son contundentes, hay una relación altísima. Hay países como Reino Unido donde se ha creado un ministerio de la soledad. El mismo proceso de segmentación en el que tú prefieres encontrarte online con gente que solo comparte tus mismos gustos, que te valida como persona, genera que en cuanto sales de ese entorno y no hay gente que te valide todo el rato, te vas aislando cada vez más porque no te hacen sentir cómoda.
P. ¿No cree que eso le ocurre a una minoría de la población y que es por la existencia de problemas psicológicos previos que la tecnología solo amplifica?
R. No, no estoy de acuerdo. ¿Has estado últimamente en una fiesta de cumpleaños de adolescentes? Te encuentras con que están todos sentados mirando su móvil. Se lo están pasando guay, pero están todos con su móvil, algunos de ellos hablando con otros que tienen al lado, pero a través del móvil. Ellos identifican que se lo están pasando bien, pero no es lo mismo estar entretenido que estar comunicándote. Creo que ese tipo de relación social hará que no tengan los vínculos donde los necesitan, que es en su entorno, en su proximidad.
P. Nuestra capacidad de atención en el 2000 era de 12 segundos. Ahora es de ocho, menos que un pez de colores. ¿Es este el verdadero problema que ha traído internet?
R. Creo que es un síntoma. La clave de todo esto es que somos vulnerables a determinado tipo de estímulos y hay una industria que contrata a genios para explotar esa vulnerabilidad. Y ha pasado tan deprisa y ha sido tan guay que hemos sido incapaces de evaluar el daño que nos está haciendo. Todo esto nos ha hecho darnos cuenta que, uno, no somos multitarea y dos, y más importante, esta dependencia nos hace infelices. Lo que hemos aprendido de múltiples estudios psiquiátricos y psicológicos en la última década es que estar constantemente interactuando con un dispositivo, por mucha satisfacción que te genere a corto plazo, en realidad te produce una gran infelicidad. Te desconecta de la gente. Conduce a un estado de soledad, te aísla de las personas.
P. Es tan grave como suena pero, aún así, seguimos usando los móviles, las 'apps' y aparentemente nos da igual. ¿Por qué?
R. Pensamos que no tiene consecuencias, pero no lo pensamos de manera racional. Yo lo comparo siempre con el tema del tabaco. Sabemos que da cáncer pero seguimos fumando. Es una paradoja estudiada por psicólogos durante años y la conclusión a la que han llegado es que aunque sepas algo racionalmente, en realidad no la sabes de verdad, porque cada vez que te fumas un cigarro no te da cáncer. La manera de entender esto es que cuando acercas la mano al fuego te quemas, cuando la acercas a un cuchillo te cortas. Pero cuando te fumas un cigarro no ocurre nada. Pasa parecido con nuestros datos: pensamos que no tienen valor, que si no soy rico o famoso, no tengo nada que ocultar, que da igual que sepan mi ubicación, mis gustos... No se dan cuenta que esos datos son retroactivos.
P. ¿Cómo se puede volver esa recopilación de datos en nuestra contra?
R. De muchas maneras. Todas estas aplicaciones están vendiendo información sobre ti que se concentra en distintos lugares. Por ejemplo, empresas de seguros. En países con seguridad social privatizada, el precio que pagues para tener asistencia médica variará mucho dependiendo de la información que tengan sobre ti. Y otro ejemplo que enfada mucho a la gente: yo no pago lo mismo que tú por un billete de avión porque vivimos en distintos barrios, ganamos diferente, yo viajo de una forma y tú de otra... Todos esos datos determinan el precio que pago, que será mayor o menor que el que paga el de al lado.
P. De usar aparatos como el Apple Watch o pulseras de actividad, mejor ni hablamos, ¿no?
R. Me parece una locura. La información sobre tu salud es lo más protegido que hay. Una vez las conté: hay 54 leyes diferentes en España protegiendo nuestros datos sanitarios. Algunas europeas, otras regionales, otras nacionales. ¿Y la gente qué hace? Se pone una pulsera que lo mide todo y se lo envía a Apple o a otra compañía estadounidense. Entiendo que alguien compre estos dispositivos: si sé lo que como y lo que camino, puedo modificar mi conducta para estar más delgado o más sano. Pero lo que te estás diciendo a ti mismo es que eres una máquina, y esto no funciona así.
P. En su libro define Twitter, WhatsApp o Facebook como máquinas de propaganda infinita, lugares donde más y más gente se forma su opinión en lugar de acudir a los medios.
R. Creo que ahora mismo estamos divididos entre la gente que lee los medios, la prensa, y los que leen cosas que le llegan por redes. No es una línea divisoria clara porque mucha de la gente que lee medios en realidad llega a ellos a través de redes sociales. El problema es que la redes crean una visión del mundo diseñada para ti a partir de todo lo que saben de ti. Es lo que se llama filtro burbuja: pensamos que somos nosotros los que elegimos fuentes de información que nos generan confianza o nos dan la razón. No es así. Tú no vas a buscar las noticias, las noticias te buscan a ti. Todos pensamos que estamos leyendo lo mismo, pero en realidad leemos cosas que han sido seleccionadas para nosotros por un algoritmo.
P. ¿Qué hacemos? ¿Cuál es la solución para evitar esto?
R. Creo que la solución es legislar. Ahora tenemos una regulación europea de protección de datos, que es la más estricta del mundo, y sin embargo no la podemos ejecutar. Pero es la única salida. También se pensaba que era imposible regular los paraísos fiscales, pero ha habido avances.
P. La guerra entre China y EEUU con Huawei y el 5G de por medio, ¿es una batalla económica, una batalla por el dominio de los datos, o ambas a la vez?
R. La clave no es económica. EEUU no puede competir con China en precio, Huawei está vendiendo sus redes 5G muy baratas. La clave está en que el 5G no es como la infraestructura tradicional de internet, basada en los protocolos de TCP/IP, que era el sistema diseñado en los 80 precisamente para impedir que los dueños de las infraestructuras, en ese momento las operadoras de telefonía, tuvieran control sobre el tráfico de datos. El 5G deja pleno control de todo. ¡Por supuesto que se están peleando por dominar esta infraestructura!
P. No hay pruebas de que Huawei sirva de puerta trasera para el espionaje chino y, aún así, EEUU lo usa de excusa para mantener su batalla.
R. Es tan lógico pensar que Huawei pueda enviar datos al gobierno chino como que cualquier compañía estadounidense tecnológica lo haga para su gobierno. Ahora mismo se están peleando por Europa, somos la parte del mapa que no se tienen repartida. Todo el mundo en Europa tiene contratos firmados con Huawei pero si eso se deshiciera sería una brutal victoria para EEUU. A Europa ahora mismo no le queda más remedio que elegir que le chuleen los americanos o que le chuleen los chinos. Para mi el problema está en creer que necesitamos una infraestructura 5G.
P. ¿No cree que será un gran avance tecnológico?
R. No, creo que la infraestructura 5G es una necesidad creada para la explotación de datos. Nuevamente, no creo que su objetivo sea servir al bien común sino tener un control absoluto y mucho más granular de todo lo que pasa en el espacio en el que opera. Es una red de vigilancia mucho más densa y rápida. Nos venden que con el 5G habrá coches autónomos, operaciones quirúrgicas a distancia... cuando en realidad tienes problemas comprando un medicamento en una región que no es la tuya. ¿Qué realidad nos están vendiendo? En realidad nos están engañando a todos, el 5G es una farsa, es una gran trampa para espiarnos.
Lo que de verdad implica es que todas nuestras infraestructuras críticas van a estar gestionadas por un gigante de EEUU o China que ni siquiera paga impuestos o cumple la legislación en el sitio en el que opera. Cualquier infraestructura crítica que usemos en Europa debería ser desarrollada en Europa, aunque solo sea por cumplir la normativa europea. Mira el caso del incendio de Seseña. Llevamos un año esperando a que Google facilite los datos. Hace un año que tenemos una regulación europea que dice que los datos generados por usuarios europeos tienen que quedarse en territorio europeo y tienen que estar legislados por la normativa europea. Google se la salta por completo. Es así de sencillo: no puedes regular una infraestructura cuando no es tuya.
fuente: https://www.elconfidencial.com