Entrados ya de lleno en la campaña de las elecciones francesas (en las cuales, de nuevo, la clase dominante gala se prepara para colocar a sus gestores políticos, de uno y otro signo, en las instituciones del Estado burgués), sacude a la “opinión pública” un turbio y dramático suceso -protagonizado por un yihadista de la banlieue de Toulouse- que ha terminado de forma sangrienta con la muerte de tres paracaidistas franceses, un profesor y tres alumnos de una escuela judía (el crimen contra los niños es sin duda absolutamente deleznable, pero ha recibido todos los honores de Estado posibles, al contrario de lo que sucede diariamente con los niños afganos o palestinos vilmente asesinados en medio del más absoluto oprobio y olvido), además del propio islamista tras un cerco policial que ha durado más de un día.
Por supuesto, aún es pronto para poder llegar a conclusiones relacionadas con la autoría de los hechos que en Toulouse han acaecido. Pero, en base a experiencias pasadas puestas en práctica por los servicios de inteligencia de las potencias imperialistas y en base también a elementos sospechosos del hecho, se puede y se debe sacar a la luz una interpretación del atentado que, por cuestiones lógicas, no aparece ni aparecerá en ningún medio del capital.
Al hablar de experiencias pasadas de participación de los servicios de inteligencia de las grandes potencias en la perpetración de atentados, a nadie con un mínimo sentido crítico con el poder establecido se le puede escapar el hecho de que las «operaciones de bandera falsa» (es decir, los atentados orquestados por los Estados pero atribuidos a «grupos terroristas») han sido -y son- una constante política de los bajos fondos de los podridos Estados burgueses (España tiene en ese sentido un «glorioso pasado» con la guerra sucia de los GAL contra el MLNV). Desde la famosa red Gladio de la OTAN (que infundió el terror por Italia como arma contra el comunismo durante la «Guerra Fría»), hasta la tríada de atentados (11-S, 11-M, 7-J) cocinados desde los fogones del Estado capitalista, la guerra sucia y los autoatendados de los diferentes servicios de inteligencia han sido dos armas frecuentemente utilizadas por las grandes potencias por intereses económicos y políticos. Esto nada tiene con «teorías conspiranoicas» tan en boga en determinados círculos: en realidad, todo este entramado no es ni más ni menos que la actuación recurrente y lógica de los aparatos represivos de los Estados en beneficio de la oligarquía financiera.
En relación a la matanza de Toulouse, son varias las cuestiones que resultan cuando menos llamativas. Para empezar, sorprende que Mohamed Mera, el yihadista abatido hoy por los cuerpos de operaciones especiales franceses (el RAID), llevara siendo estrechamente vigilado desde el año 2007 por los servicios secretos de Francia y que, a pesar de ello, haya podido cometer dos atentados sangrientos (uno de ellos, además, contra unidades del Ejército francés). ¿Por qué el Estado francés, si tenía conocimiento de que Mohamed Mera había estado en Afganistán y Pakistán recibiendo adiestramiento salafista, no impidió que cometiera tales atentados? Aquí los miembros del Ejecutivo francés se han apresudado a declarar que, en la sacrosanta democracia burguesa gala, «no se persigue a nadie por motivos ideológicos». Esta misma declaración de cara a la galería contrasta con las nuevas medidas que ha anunciado Nicolas Sarkozy, cual Napoleón Bonaparte, en relación al endurecimiento del Código Penal para todos aquellos que propaguen «ideologías extremistas» (a todas menos a la fascista y a las que santifican la putrefacta democracia del capital, se entiende).
En realidad, este suceso se parece demasiado a otros atentados protagonizados anteriormente por supuestos grupos islamistas vinculados a Al Qaeda. En todos los grandes atentados acontecidos en la primera década del siglo XXI en el territorio de las grandes potencias imperialistas, se ha podido demostrar -por indicios más que sobrados- que los grupos islamistas han actuado con la aquiescencia y el paraguas de los servicios de inteligencia. En nada debería extrañarnos que los atentados de Toulouse sigan la misma pauta que los anteriores perpetrados por fuerzas controladas por la OTAN, la CIA, el MOSSAD y otros servicios de inteligencia europeos.
En Criminología se considera que, sabiendo quién es el beneficiario de una acción, se puede llegar a conocer al promotor de tal acción. Esto no significa que vayamos a poder demostrar -mucho menos ahora- el vínculo directo entre Mohamed Mera y los servicios de inteligencia del Estado francés, pero hay poderosas razones para sospechar que nos encontramos ante un nuevo atentado de bandera falsa, y que el islamista muerto ha sido otro peón movilizado por la manivela de las cloacas del Estado. No hay que olvidar que el Estado francés es actualmente uno de los mayores actores en el cerco imperialista contra Siria, y es -junto con EEUU, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudí y Qatar- el Estado que más está armando y financiando a los grupos islamistas que siembran el terror en el país sirio. Si es de sobra conocido que Al Qaeda y los grupos islamistas son y han sido herramientas en manos del imperialismo, ¿por qué no pensar que, no solo los utilizan en países hostiles a su expansionismo, sino también en sus propios territorios? Por otro lado, sabiendo que Al Qaeda es una red creada por y para servir a los intereses de los grandes buitres carroñeros, sería una tarea muy sencilla que el Estado francés organizara y/o permitiera cualquier tipo de «terrorismo yihadista». El atentado coincide, además, con unas elecciones a la vista y un presidente, Nicolas Sarkozy, que pierde popularidad según diferentes sondeos demoscópicos.
¿Qué intereses podría encontrar el Estado francés en la organización -o, al menos, en la utilización- de un atentado como el de Toulouse? Para empezar, como cepo electoral del partido de Sarkozy, la UMP, de cara a una legislatura en la que, debido a los nuevos planes de miseria impuestos por la burguesía francesa, va a ser imprescindible aplicar con mano de hierro la dictadura del capital en las calles y los centros de trabajo de Francia. Aquí la UMP va a rivalizar claramente con el Frente Nacional de Marine Le Pen, tratando el primero de robarle votos al segundo. En todo caso, el atentado permite a la clase dominante gala volver a usar el arma de la islamofobia, saliendo reforzado el discurso fascista y ultrarreaccionario de la sécurité nationale y, por supuesto, el sionista de apoyo al expansionismo y el belicismo del Estado de Israel.
Estrechamente relacionado con lo anterior, hay otra arma que la burguesía francesa va a poder utilizar en relación al atentado: la acusación, con el objetivo de seguir engañando a la «opinión pública» ante una más que posible invasión, de que determinados Estados (como Irán o Siria) alimentan la máquina del «islamismo radical». Esto puede parecer disparatado a quienes tenemos constancia, desde hace mucho, de la ligazón entre los grupos salafistas y los servicios de inteligencia de EEUU, Francia o Arabia Saudí. Sin embargo, no hay que olvidar que aún una buena parte de los explotados se tragan completamente el guión preparado por los grandes medios del sistema, según el cual los fundamentalistas islámicos son enemigos declarados de las «democracias occidentales», cuando en realidad los islamistas son, en su mayoría, marionetas de los poderes imperialistas. Tampoco se puede que la cuna del wahabismo (una tendencia musulmana de corte integrista) es Arabia Saudí, una potencia imperialista y un fiel servidor de los intereses de EEUU, la UE e Israel.
En este sentido, cualquiera que se quite la venda de los ojos y vea qué ha hecho la OTAN en Libia (gracias a la cual la Sharia o «ley islámica» ha vuelto a ser implantada por los cachorros islamistas a sueldo de Reino Unido o Francia), o qué está haciendo actualmente en Siria (con el envío de todo tipo de armas y logística militar a los «rebeldes», o sea, a los escuadrones de la muerte ultra-islamistas controlados por el imperialismo occidental), podrá llegar a una conclusión más que evidente: si bien aún carecemos de pruebas directas e inapelables que demuestren la conexión directa entre Mohamed Mera y el Estado francés, este operativo encaja perfectamente con la lista de crímenes y atentados perpetrados por los servicios secretos de los Estados imperialistas. En todo caso, sea quien sea el promotor de este atentado, de nuevo se vuelve a demostrar la naturaleza reaccionaria y asesina del capitalismo decadente, que no duda en utilizar cuantas armas tiene en su mano para llevar a cabo sus planes de dominio por doquier. Esta historia infame continuará hasta que la inmensa mayoría de la Humanidad, el proletariado y todos los oprimidos, tome las riendas de su destino y genere un nuevo poder que sea capaz de construir la alternativa a la barbarie capitalista, el Comunismo. Mientras tanto, unos pondremos los muertos y otros se llenarán los bolsillos con la sangre de nuestros hermanos.
Mario Soler Enríquez