James Petras.
Sábado
25 de junio de 2011
Introducción
(ALAI). Cuando George Soros, uno de los más grandes y
rapaces especuladores del mundo, publicó un libro cuestionando algunos de los
aspectos más destructivos del capital especulativo, los intelectuales de
izquierda se apresuraron a reproducir sus citas como evidencia de que,
efectivamente, "el capital global" era una amenaza para la humanidad.
La parte curiosa de este escenario es que Soros ganó publicidad gratis, aumentó
sus regalías, y adquirió estatura política e intelectual, mientras seguía
beneficiándose de las ganancias de sus fondos de especulación. Este no fue un
caso aislado: más temprano que tarde, los intelectuales de izquierda buscan
fuentes "respetables" para apoyar sus argumentos, citándolas como
"impecables" o "sin afinidades de izquierda", como si la
investigación y la escuela de izquierda fueran menos confiables o menos
convincentes. La búsqueda de la izquierda por una respetabilidad burguesa tiene
profundas implicaciones en la discusión del problema de la hegemonía burguesa
sobre las clases populares y el crecimiento de una cultura alternativa en lo
político y lo intelectual.
Uno de los aspectos más impresionantes de la política
contemporánea es la brecha entre las condiciones, objetivamente a la baja, de
la clase trabajadora y rural, y las respuestas subjetivas, que son difusas,
fragmentadas y frecuentemente están bajo la tutela de partidos neoliberales.
Este contraste es muy claro en el Tercer Mundo, pero también está presente en
los países capitalistas avanzados.
Mientras que las inequidades entre clases sociales,
razas, género y regiones se han incrementado, y los servicios para la clase
trabajadora han sido tasajeados para lograr impuestos más bajos y subsidios más
altos para los ricos, la respuesta subjetiva ha cambiado: las huelgas y
protestas tienden a ser vistas como reacciones defensivas; los movimientos
agrarios no tienen aliados urbanos y la mayoría de los intelectuales están
disociados de las luchas populares o han aceptado premisas de la ideología
neoliberal, como que la globalización es inevitable e irreversible. En una
palabra, la "hegemonía burguesa" juega un rol vital para asegurar la
estabilidad de un sistema social altamente desigual y explotador.
La hegemonía burguesa es un producto de numerosos
factores, incluyendo los medios de comunicación y las instituciones culturales
del Estado. Sin embargo, es también el resultado del pensamiento y los métodos
de trabajo de los intelectuales de izquierda, que buscan legitimar su
producción intelectual en el mundo burgués.
Hoy, muchos intelectuales de izquierda toman prestados,
y han asimilado para su análisis del mundo contemporáneo, los conceptos claves
y el lenguaje de teóricos burgueses y publicistas. Estos incluyen términos como
"globalización", "capital desestatizado", "la
revolución de la información", el "ajuste estructural", la
"flexibilidad laboral", entre otros. Estos conceptos son parte
integral del sistema imperial y la ideología neoliberal -y se entienden en el
contexto de un sistema de poder que busca disfrazar y legitimar su dominio.
Aún más, los intelectuales de izquierda evitan usar
conceptos más precisos que son mucho más útiles para identificar las
configuraciones contemporáneas del poder, como imperialismo en lugar de
globalización; Estado imperial en lugar de corporaciones desestatizadas;
ascendencia del poder financiero en lugar de la "revolución de la
información"; explotación intensiva/extensiva en lugar de flexibilidad
laboral; reversión económica en lugar de reforma económica; reconcentración y
monopolización de la riqueza en lugar de ajuste estructural. El tema de la
mímica intelectual, en la que un lenguaje y conceptos amorfos y decepcionantes
son adoptados por los intelectuales de izquierda contemporáneos, en lugar de un
lenguaje más preciso y vigoroso nos lleva a una pregunta: ¿por qué la izquierda
cae víctima, o mejor aún, sigue los pasos de la burguesía al trabajar para la
construcción del paradigma de la "globalización"?
El gran problema
Este ensayo busca argumentar que el hecho de que los
intelectuales de izquierda muevan el rabo a la burguesía en cuestiones del
paradigma de la "globalización" es parte de un problema mayor,
fuertemente anclado en la subordinación a la cultura burguesa; es decir, en el
hecho de mirar hacia la cultura dominante como fuente de veracidad,
objetividad, prestigio y reconocimiento.
La subordinación de los intelectuales de izquierda a
la cultura burguesa coexiste con el desarrollo de una crítica parcial a las
instituciones y cultura de los burgueses Los intelectuales de izquierda que
trabajan con el concepto del paradigma burgués de la globalización están en
búsqueda de respetabilidad y reconocimiento que no podrían obtener si
trabajaran con el concepto del paradigma imperialista.
La búsqueda de los intelectuales de izquierda por el
prestigio, el reconocimiento, las afiliaciones institucionales y la
certificación de la burguesía, implica aceptar, de facto, los valores que se
asocian con este grupo. Esta aceptación de valores y prácticas juega un papel
importante en la perpetuación de la hegemonía burguesa, a pesar de la retórica
de protesta y contra hegemonía de los intelectuales. El hecho es que
estudiantes, trabajadores y en general las clases populares que siguen lo que
los intelectuales de izquierda dicen y hacen, y la identificación institucional
y simbólica de los reconocimientos que persiguen en sus carreras y su vida
diaria, habla elocuentemente de qué es lo que realmente valoran.
Un aspecto importante dentro del avance y
reconocimiento de la carrera, así como en el aseguramiento de una posición en
una institución burguesa prestigiosa, tiene que ver con jugar las reglas del
juego en el trabajo intelectual. Siguiendo las reglas de este juego, la
izquierda intelectual legitima el llamado burgués a la legitimación y refuerza
su posición hegemónica.
Legitimando la hegemonía burguesa
Una de las principales reglas seguidas por los
intelectuales de izquierda es citar fuentes burguesas, incluso cuando hay
fuentes de izquierda que pueden dar una perspectiva crítica. El pseudo
argumento que muchos intelectuales de izquierda enarbolan es que, al citar
fuentes burguesas sobre fuentes de izquierda, serán más convincentes con el
"público en general" o el mundo académico. Los intelectuales de
izquierda logran varias cosas procediendo de este modo. En primer lugar,
refuerzan la autoridad de los autores burgueses, poniéndolos como una fuente de
verdad objetiva. Segundo, refuerzan y perpetúan la invisibilidad de los
investigadores de izquierda y de su trabajo, pues no logran reconocer su
contribución. Tercera, adquieren respetabilidad y aceptabilidad, al compartir
con sus colegas burgueses una literatura común y un entendimiento común de
"lo que es importante haber leído". Cuarto, el citar críticas de
notorios procapitalistas contra el capitalismo les permite rediseñar su imagen
y les da una futura plataforma para denunciar a la izquierda.
La respuesta de los intelectuales de izquierda al
libro de George Soros es un ejemplo perfecto. Soros tiene una bien ganada
reputación como un especulador que ha ganado millones de pesos mediante el
pillaje de economías y la ruina de países enteros antes, durante y después de
la publicación de su libro. Jugó, y continúa jugando, un papel de primera línea
en el sabotaje de instituciones culturales y en la cooptación de intelectuales,
particularmente en países ex comunistas que han implantado el libre mercado y
han quedado devastados por ello. A pesar de estos antecedentes, los
intelectuales de izquierda se encontraron citando sus críticas a las
actividades especulativas y a los excesos capitalistas, como si él fuera una
autoridad especial sobre los estragos del capitalismo. En su desesperada
búsqueda de reivindicación, los intelectuales de izquierda citaron a Soros para
apoyar sus críticas al neoliberalismo, obviando el hecho de que incluso
mientras el libro salía a las librerías, Soros hacía millones mutilando las
economías asiáticas. El aislamiento de los movimientos de masas de los
intelectuales de izquierda, y su postración frente al poder burgués es lo que
los lleva a buscar personalidades de derecha para justificar sus argumentos
frente a audiencias burguesas.
La relación de los intelectuales de izquierda con el
Banco Mundial es otro ejemplo que ilustra esta búsqueda de respetabilidad. El
Banco Mundial publica anualmente un apéndice estadístico que incluye datos
sobre la pobreza en el mundo. Es frecuente que los intelectuales de izquierda
citen estos datos para defender sus argumentos, sin examinar críticamente cómo
se mide la pobreza y en que forma es subestimada. Los intelectuales de
izquierda consideran al Banco Mundial una autoridad intachable en el tema de
pobreza, precisamente porque es una institución con credenciales derechistas y
neoliberales. El hecho es que los datos del Banco Mundial no son confiables y
sus formas de medición de pobreza son totalmente inadecuadas. Su "límite
de pobreza" es un dólar al día, lo cual no permite vivir en ningún país
del mundo. Si los investigadores de izquierda hicieran un índice adecuado,
doblarían o triplicarían el número de pobres en el mundo. Sin embargo, al citar
al Banco Mundial, los intelectuales de izquierda apelan a sus colegas
"conservadores", demostrando que comparten las mismas fuentes. Al
citar la autoridad del Banco Mundial, refuerzan su imagen como una "fuente
confiable de información". Las medidas del Banco Mundial en el Tercer
Mundo llegan al absurdo de que los porcentajes de población viviendo en la
pobreza en el sudeste de Asia están casi al mismo nivel que en los Estados
Unidos y Canadá. En lugar de reconocer que la ideología neoliberal del Banco Mundial
moldea los indicadores y medidores de pobreza, los muy listos intelectuales de
izquierda piensan que pueden separar uno de otro y salvarse a sí mismos de la
ardua tarea de construir sus propios medidores de pobreza y de hacer su propio
trabajo de campo, o peor aún, de citar los datos y estadísticas que otros
investigadores y militantes de izquierda han recopilado.
La Comisión Económica para América Latina (ECLA, por
sus siglas en inglés*) es otra fuente de datos y punto de referencia para los
intelectuales de izquierda. Una vez más, presentan a la ECLA como una fuente
intachavble, sin ningún tinte izquierdoso, -como si ser de izquierda fuera algo
que contamina la información. Por ejemplo, los intelectuales de izquierda usan
frecuentemente los datos de ECLA sobre privatización de empresas públicas (que
es de hecho una parte clave de la agenda política de ECLA). Pero una mirada
cuidadosa a los documentos de la ECLA revela que rara vez discuten la
corrupción y las concertasesiones que siempre existen dentro de las
privatizaciones. ECLA siempre describe las transacciones como un proceso
puramente económico, y asegura que no se involucra en los aspectos políticos no
cómo los políticos organizan las privatizaciones, ni mucho menos en las
consecuencias negativas que puedan tener en el corto o largo plazo. En términos
generales, la ECLA dice que las transacciones de Estado deben ser
transparentes, pero no enfrenta el hecho de que las privatizaciones no lo son.
La pregunta es ¿porqué la ECLA continúa promoviendo recetas de privatización,
cuando saben de primera mano que el proceso es corrupto y que involucra la
renuncia a de recursos necesarios a precios irrisorios? Conociendo la
desviación de la ECLA, ¿porqué los intelectuales de izquierda siguen citándola
cuando prominentes escritores y periodistas de izquierda han publicado
discusiones más completas y críticas? Al darle juego a Soros, al Banco Mundial
y a ECLA, usando su información, validando sus fuentes y tomando prestado su
lenguaje, los intelectuales de izquierda prolongan la hegemonía burguesa.
Personalidades burguesas prominentes
En su constante búsqueda de respetabilidad, los
intelectuales de izquierda no sólo miran hacia las instituciones burguesas para
repetir sus argumentos, sino que también buscan personalidades burguesas
prominentes, con nombre y prestigio dentro de los círculos burgueses, para
promover causas populares. Frecuentemente, al organizar un evento público, los
intelectuales de izquierda ignorarán a los escritores más consecuentes, los
activistas o líderes de izquierda, para favorecer a algún
"progresista" actor, abogado, juez o escritor, que no tiene práctica
o lucha en su expediente, pero que ofrece algunas obviedades que no educan a
nadie y no resuenan entre la gente de acción.
Al promover a individuos con "status de
celebridad" en los medios como una forma de atraer publicidad y público
curioso, los intelectuales de izquierda sacrifican el contenido de sus
reuniones. El costo político puede ser significativo: las reuniones políticas
se convierten en un espectáculo, un entretenimiento que no más bien despolitiza
en lugar de educar a la gente en la causa social y sus consecuencias. Más aún,
los intelectuales de izquierda frecuentemente tienen que ser quienes terminan
dando explicaciones sobre los "lapsus" de los burgueses prestigiosos
-celebridades que frecuentemente confunden la violencia popular por la defensa
de la tierra y forma de vida con la violencia predadora de los poderes
imperiales.
"Por supuesto", dirán apologéticamente los
intelectuales de izquierda, "él o ella no es uno de los nuestros, pero
vean cuánta gente vino, miren cuantos centímetros nos dieron en la prensa
burguesa, cuántos segundos en la televisión". En nombre de la "mayor
unidad", la izquierda crea una plataforma para discursos de celebridades
burguesas que frecuentemente deriva de críticas del sistema a la de una
política, de una política a otra, y de otra a la crítica de una personalidad
equis, ofuscando el sentido de la reunión. Aún peor, las celebridades burguesas
presumidas como progresistas por intelectuales de izquierda en un evento
público, pueden al día siguiente celebrar con altos dignatarios de un régimen
regresivo... lo que desacredita a la izquierda y siembra confusión entre la
gente sobre la naturaleza de las políticas de izquierda y cuáles son sus
líderes y voceros.
Debido a que los intelectuales de izquierda están
obsesionados con la aprobación de los medios y la respetabilidad burguesa,
prefieren buscar a burgueses notables que tengan un oído sensible aunque esto
sirva a sus intereses, en lugar de construir el apoyo mediante organizaciones
enraizadas.
La búsqueda de símbolos de prestigio burgués
Los intelectuales de izquierda mueren por el
reconocimiento de sus colegas burgueses y despreciarán la acción pública,
denunciarán a colegas y adoptarán posturas serviles para complacer a sus jueces
superiores y conservadores, en la esperanza de asegurar un símbolo de prestigio
burgués. Estos símbolos son un boleto hacia la promoción y la legitimación a
los ojos de los intelectuales de izquierda con movilidad ascendente. Los
intelectuales consecuentes con compromisos hacia luchas populares no reciben
ningún reconocimiento de prestigio. Para los intelectuales de izquierda, ganar
un Premio Nobel, una beca Guggenheim o de la Fundación Ford es visto como la
culminación de una carrera exitosa. Certifica ante el poder académico de elite,
que el intelectual de izquierda puede ser honrado por abstenerse de cualquier
lucha antiimperalista o anticapitalista. Es comprensible que Jean Paul Sartre
rechazara el Premio Nobel. El empeño por conseguir premios y reconocimientos
burgueses presupone ciertos compromisos, y eso está sobreentendido tanto por
las fundaciones euroamericanas que los dan, como por los intelectuales que se
los piden.
Pero los intelectuales de izquierda, cuando acuden a
actos políticos, citan estos mismos títulos y premios al presentar al
"prestigioso" orador. La izquierda hace reverencias ante los premios
burgueses como evidencia de su propia integridad y conocimiento. Al dar un
lugar prominente a estos títulos, convencen a la audiencia de que efectivamente
la izquierda ha llegado a tener un cierto nivel intelectual. De hecho, lo que
la izquierda hace es legitimar los estándares y procesos de selección burgueses
que determinan el acceso a las recompensas. En pocas palabras, al cortejar los
premios burgueses , la izquierda refuerza la hegemonía burguesa.
El anhelo de respetabilidad burguesa también se
encuentra en el lugar que se le da a las identidades institucionales: los
intelectuales de izquierda presumen de ser graduados de Harvard, Yale,
Princeton, Oxford, Cambridge, la Sorbona, como si estos no fueran centros en
donde se adoctrina a los estudiantes con doctrinas neoliberales y
proimperalistas, donde uno aprende a decir algo significativamente crítico
sobre el Imperio a pesar de los profesores y los seminarios. Y aún así, la
identidad institucional es subrayada por los intelectuales de izquierda al
presentar a un orador o un escritor.
Esto es verdad también cuando se habla de funcionarios
gubernamentales retirados a quienes los intelectuales de izquierda les dan
importancia. Uno no puede objetar que los antiguos funcionarios de un gobierno
pueden cambiar su forma de pensar y convertirse en críticos del estado, pero el
punto de convergencia con la izquierda debería ser el hecho de que son ex
funcionarios y no los dueños de antiguas posiciones de "prestigio" en
un régimen burgués.
Como hace mucho tiempo señaló Karl Marx, la hegemonía
burguesa se renueva constantemente, mediante el reclutamiento de individuos
talentosos que provienen de clases populares. Esto se hace frecuentemente dando
becas a estudiantes pobres pero brillantes, que van a universidades "de
prestigio" donde son "reeducados" y entrenados para servir a las
clases dominantes. La izquierda debe leer y escuchar lo que dicen los
intelectuales a pesar de sus prestigiosas credenciales institucionales, no
debido a ellas.
Adicionalmente a los premios y las identidades
institucionales, los intelectuales de izquierda están en búsqueda perpetua de
patrocinadores burgueses para sus eventos: personalidades, instituciones,
funcionarios. La idea es que entre más burgués es un patrocinador, mayor serán
la respetabilidad, legitimidad y audiencia. De hecho, esto lleva a una mayor
visibilidad y legitimidad de las instituciones burguesas del poder, mientras
que las instituciones más marginales o radicalizadas se hacen invisibles.
Como aseguran su carrera los intelectuales de
izquierda
Ser una persona de izquierda activa y crítica tiene un
costo político que no es menor cuando se persigue una carrera académica. Aún
así, muchos intelectuales han seguido senderos que los han llevado a una
carrera exitosa dentro de instituciones burguesas, y han logrado retener una
pequeña parcela de credenciales de izquierda.
Podemos identificar al menos cuatro estrategias de
carrera para los respetables y móviles intelectuales de izquierda. La primera
estrategia puede describirse como el enfoque de "congelamiento", en
donde los intelectuales de izquierda mantienen un perfil bajo durante años,
haciendo investigación más o menos convencional, mientras aseguran una posición
dentro de la institución y consolidan su carrera, mientras esperan el día de
"volverse" radicales. El problema es, por supuesto, que la mayoría de
los "criptoizquierdistas" es que en el tiempo de adaptación a las
exigencias de sus carreras exitosas, eventualmente terminan creyendo lo que
están haciendo y nunca se "vuelven": se convierten en lo que hacen.
Para la minoría que se "convierte" el pastel queda entero: tienen una
identidad prestigiosa en el mundo burgués y el aplauso de la izquierda,
particularmente porque le añaden a su retórica radical el mérito, según la
izquierda, de un título prestigioso.
La segunda estrategia para asegurar una carrera dentro
de una universidad de prestigio es combinar la investigación convencional y
pregonar, entre los tiempos de trabajo y las pláticas de pasillo, charla
radical. Ser de izquierda como si fuera un "apostolado" es
particularmente atractivo para los guardianes burgueses de la academia, porque
esto no afecta la investigación científica y no cuestiona el rol del sistema
educativo para reproducir líderes de elite o entrenar trabajadores
conformistas. Esta izquierda puede describirse como la "izquierda de
coctel" -que en escenarios privados puede ventilar sus inconsecuentes
puntos de visa mientras trabaja para escalar la escalera académica.
La tercera estrategia para el éxito de la izquierda
dentro de la academia yace en el tiempo y esfuerzo desproporcionados que se
dedica al trabajo académico convencional, en comparación con los escasos
esfuerzos que se dedican a movimientos populares. En esta estrategia, el
intelectual de izquierda dedica meses y años para preparar documentos y
publicaciones para consumo académico, mientras que improvisa conferencias con
material anecdótico para sus audiencias radicales/populares, reciclándose
frecuentemente o repitiendo la misma plática del año anterior. En algunos
casos, los intelectuales de izquierda, a pesar de contar con fondos
sustanciosos para su trabajo, simplemente dan reminiscencias de un pasado
radical; la nostalgia se convierte en el substituto de un análisis serio. Estas
reminiscencias no requieren ningún análisis que pueda llevar a compararlas con luchas
actuales, son pura improvisación y anécdotas de la clase más superficial e
impresionista.
Finalmente, están los académicos de izquierda que
investigan y dirigen becas como académicos "desinteresados", lejos de
las luchas, movimientos y compromisos políticos. Escriben sobre la clase
trabajadora sin ninguna perspectiva política. Es probable que den información
útil si alguien más puede elaborar un cuadro político e intelectual que sirva
para unir esa información a eventos políticos contemporáneos. Esta estrategia
de éxito académico tiene algo de mérito y utilidad si es que hay otros
intelectuales o activistas que han realizado el riesgoso trabajo político de
construir un movimiento; de otra forma, sólo sirve para extender el currículum
vitae. Este tipo específico de académico de izquierda es particularmente
abundante en Estados Unidos, donde hay conferencias anuales que imitan las
reuniones profesionales, en las que los académicos hablan sólo entre ellos o,
en otras palabras, se divorcian de los movimientos populares. Este divorcio ha
garantizado que muchos izquierdistas aseguren sillas altas y bien remuneradas
en universidades de prestigio.
Las consecuencias de estas prácticas de los
intelectuales de izquierda han sido, primero, el reforzamiento del prestigio y
la legitimidad de las instituciones, ideas y personalidades burguesas, mientras
que los análisis y las posiciones de activistas de izquierda se hacen
invisibles, perpetuando una especie de complejo de inferioridad y marginalidad
de la izquierda.
Segundo, debido a que los académicos de izquierda
sirven como modelos para la generación de futuros académicos, su comportamiento
propicia el arribismo. La práctica de este arribismo perpetua el mito, sobre
todo en el Tercer Mundo, de que el "verdadero conocimiento" está en
el extranjero, en las escuelas con prestigio de marca y que los intelectuales
locales nacionales son de calidad inferior y, ciertamente, no son modelos a
seguir.
Tercero, por razones de su propia agenda y condición,
los intelectuales de izquierda de instituciones de prestigio, ignoran y
reafirman las distorsiones ideológicas, las mistificaciones y los marcos
teóricos y conceptuales erróneos que se enseñan en los centros prestigiosos de
educación superior. La desviación ideológica que es empacada en estas
instituciones es obviada por intelectuales de izquierda que rara vez cambian el
trabajo de sus colegas, mucho menos el curriculum, pues saben que serían
castigados. En todo caso, si alguna vez verbalizan algún tipo de inconformidad,
es su presencia en las instituciones y su proceso de acceso lo que alimenta las
ambiciones de nuevas generaciones.
Lo más asombroso sobre los intelectuales de izquierda
en universidades de prestigio y los que buscan entrar a ellas, es cómo
suspenden sus críticas a los patrocinadores, fundaciones y personalidades
burguesas que financian las grandes agendas de investigación para perpetuar y
extender el poder imperial. Al suspender sus críticas, los intelectuales de
izquierda aumentan sus posibilidades de aparecer en diarios de prestigio,
conferencias internacionales y posiciones lucrativas dentro de la academia.
Aseguran reconocimiento académico y su promoción a puestos honorarios que
requieren hacer buenas relaciones con los guardianes de la academia burguesa.
Los intelectuales de izquierda tienden a ser muy colegiados, incluso con sus
colegas que apoyan las guerras imperialistas y diseñan programas neoliberales
que están devastando el Tercer Mundo.
Intelectuales contemporáneos
Hay una gran variedad de "estilos de vida"
para ser un intelectual de izquierda hoy en día, frente al poder y la riqueza
del Imperio Euroamericano.
Intelectuales en alquiler Este es el tipo de
intelectual que hoy vaga por el espectro político ofreciendo sus servicios a
una variedad de patrones. Un reconocido intelectual francés denunció las
huelgas de empleados en 1995, fue al encuentro internacional zapatista en el
verano de 1996 y después voló para encontrarse y halagar al presidente
derechista de Uruguay. Estos intelectuales son para todos lugares y precios. Su
postura pública tiene sus motivaciones con la necesidad de reconocimiento y
publicidad de cualquier bando, pero también con firmes principios
intelectuales: no están "vendidos" a la derecha, están rentados e
incluso están disponibles para la izquierda en ciertas ocasiones.
Intelectuales de casa
Son aquellos cuyo universo son otros intelectuales o
incluso su "reflexión interna". Estos intercambios incestuosos son
particularmente abundantes entre los posmodernistas que discuten cuántas identidades
podrán soportar. Tienen su propio lenguaje exótico, que solo comprenden los
iniciados, y su trabajo se concentra en gran parte en descifrar textos y
lenguaje divorciados del mundo objetivo.
Intelectuales en angustia perpetua
Ha e intelectuales que están en angustia perpetua, que
planean sobre los problemas socioeconómicos ("neoliberalismo" y
"globalización") y nunca pasan del lugar común "debemos
encontrar una alternativa". Ignoran las luchas diarias que buscan crear
alternativas; le temen al problema (imperialismo) y le temen a la solución
(transformación).
Los pesimistas
Otra pose intelectual común es la del izquierdista que
se baña en derrotas históricas y encuentra en ellas un pretexto en la medida en
que hacen incierto un nuevo y pragmático acomodo con el status quo. Al
dramatizar las pérdidas políticas, como batallas profundas e irreversibles,
evitan reconocer las nuevas luchas revolucionarias que emergen en el Tercer
Mundo, los movimientos sociales que se oponen a la OMC en el Este, a los movimientos
de granjeros militantes y trabajadores del transporte, el rechazo masivo de
consumidores y productores hacia los patrocinadores corporativos de las comidas
y semillas genéticamente alteradas, etcétera. El pathos pesimista se convierte
ya sea en una coartada para la inacción y el desentendimiento , o en un billete
de ida hacia las políticas liberales, que son percibidas como lo único que hay
disponible.
Intelectuales irreverentes
En agudo contraste con las posturas antes mencionadas,
existe el intelectual irreverente hacia los protocolos académicos, que no se
impresiona con los títulos y premios, y que incluso, son respetuosos ante los
militantes que están en las líneas de combate anticapitalistas o
antiimperialista. Son constantes y productivos en su trabajo intelectual, que
está motivado en gran medida por las grandes cuestiones que enfrentan las
luchas sociales. Son irónicos y antihéroes, cuyo trabajo es respetado por la
gente que trabaja para la transformación social básica. Son objetivamente partidarios
y partidariamente objetivos. Los intelectuales irreverentes escuchan y discuten
con los pesimistas y otros intelectuales, a pesar de sus títulos y
pretensiones, para ver si dicen algo que valga la pena.
Para el intelectual irreverente y comprometido, el
prestigio y el reconocimiento derivan de los activistas y los movimientos
intelectuales que están involucrados con luchas populares. Trabajan con estos
intelectuales y activistas. Conducen investigación que busca fuentes originales
de información; crean sus propios indicadores y conceptos, por ejemplo, para
identificar la verdadera profundidad de la pobreza, la explotación y la
exclusión. Reconocen que los premios y condecoraciones son parte de un sistema
que sostiene la hegemonía burguesa y que hay unos cuantos intelectuales en
universidades de prestigio que están claramente comprometidos con luchas
populares. Estas excepciones, dicen, deben ser notadas, aunque reconociendo que
muchos sucumben al espejismo de la certificación burguesa durante el ascenso
por la escalera. Los intelectuales irreverentes admiran a Jean Paul Sartre,
quien rechazó un Premio Nobel en medio de la Guerra de Vietnam. Y sobre todo,
los intelectuales irreverentes luchan contra la hegemonía burguesa junto con la
izquierda, integrando su pensamiento y enseñanza, evitando dividir lealtades.
En pocas palabras, los intelectuales irreverentes
trabajan en la formación de una cultura contra hegemónica.
Conclusión
Mientras que buena parte de la investigación alrededor
del tema de la hegemonía burguesa se ha realizado mediante el examen de
instituciones, los medios, centros educativos y propaganda de Estado, se ha
puesto poca atención a cómo, dentro de la izquierda, los signos y símbolos de
esta hegemonía son transmitidos, en forma putativa, por los intelectuales de
izquierda. Los intelectuales son un grupo importante, particularmente para dar
forma a la subjetividad de los estudiantes y, en ciertos contextos, de las
clases populares. En la medida en que son visibles y tienen acceso a los medios,
representan otro canal a través del cual se forma la subjetividad o conciencia
política. Sus valores, carrera, opciones educativas y sus ambiciones juegan un
rol al momento de dar forma a "modelos de comportamiento" y de
transmitir mensajes que tienen un impacto en grupos estratégicos que se
convertirán en líderes de opinión. El grado en que los intelectuales han
absorbido metas burguesas e interiorizado el sistema burgués de prestigio, se
convierten a su vez en un mecanismo que prolonga y profundiza la hegemonía
burguesa, especialmente dentro de la izquierda.
El problema de la subjetividad es clave hoy en día.
Hay cada vez más desinterés popular a lo largo del Tercer Mundo e incluso en
países imperialistas. La clave del cambio está en ligar estos descontentos con
movimientos de transformación social. Esto requiere teorías revolucionarias,
conceptos críticos e intelectuales comprometidos que den una doble lucha, una
contra los poderes burgueses y la segunda contra el doble discurso de los
intelectuales de izquierda.
Traducción del inglés: Myriam Vidriales. Para ver este
documento en el idioma original se puede ir al sitio de ALAI
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