La independencia intelectual «es
el bien más preciado del escritor que se respete»
¿Cómo fue su trayectoria hasta llegar a ser escritor?
MG - Trabajé como profesor en
diferentes universidades: en San Marcos, la UNI, la Cantuta, San Cristóbal de
Huamanga, San Luis Gonzaga de Ica, además de haber pasado por la experiencia de
ser profesor de colegios de secundaria y academias. Después de abandonar el
periodismo, necesitaba ganarme la vida en una actividad que estuviera de acuerdo
con mi manera de pensar, y la Universidad me pareció la institución menos
enajenante en la medida que yo podría preservar mis ideas. Si como estudiante
solo me mantuve en los bordes de la vida universitaria, también como profesor
mantuve distancia de los engranajes del mundo académico, de las burocracias y
de las luchas por el poder. De modo que no hice lo que se llama una carrera y
jamás estuvo en mis sueños ser Decano o Rector. Recuerdo que una vez no pude
evitar ser Jefe de Departamento por 24 horas ya que yo era el único miembro del
mismo. Al cubrirse la plaza al día siguiente, yo presenté mi renuncia ante el
nuevo profesor, cosa que este aceptó con la mayor alegría. Así, desde el
principio, limité mi vida académica a ser un profesor por lo menos decoroso que
no engaña a sus estudiantes y a promover la investigación en el campo de la
literatura. Pasé los años de servicio hasta que pedí mi cesantía (no la
jubilación), seguí preparando clases hasta la madrugada con el exclusivo fin de
iniciar a los estudiantes en el placer de la lectura y en la reflexión sobre la
creación literaria. Aunque perdí beneficios económicos, no me arrepiento de
esta línea de conducta, pues, a cambio, pude mantener mi independencia
intelectual que es el bien más preciado que posee el escritor que se respete.
Lejos de las angustias que acarrea la búsqueda de poder y de honores
académicos, pude dedicarme con energía y libertad a mi actividad de escritor.
Esta suerte de proyecto de vida que me formulé desde muchacho, no lo hubiera
podido cumplir (por lo menos en sus líneas sustanciales) sin el apoyo de la
mujer espléndida que fue mi esposa, quien no solo se solidarizó con mis ideas,
sino que formó a nuestros dos hijos de acuerdo a las mismas. Sin caer en esos
horripilantes elogios de la pobreza, llevo una vida austera entregado a mi
trabajo, aunque de ninguna manera desdeño los placeres terrenales.
Hablemos de tu obra más polémica.
Cuando escribiste La generación del 50 ¿hubo
imposición de algún tipo?, ¿qué clase de convicción te llevó a escribir este
libro?
MG - No, no hubo ninguna clase de
imposición, como por ahí se ha insinuado. En todo caso fue una imposición que
nació de mí mismo, como una suerte de imperativo. Empezó como una introducción
a una investigación académica sobre la Generación del 50, pero poco a poco la
escritura se fue desbordando y el texto dejó de ser un texto académico y
terminó por convertirse en un ensayo de interpretación de la misma dentro del
contexto de la dramática guerra interna que vivía el país, pero todo esto desde
la perspectiva de alguien que, habiendo sido formado (por lo menos en parte)
por esa generación, se siente estremecido en sus convicciones por la dureza de
los acontecimientos.
¿Cómo evalúas este libro después
de casi 15 años de haberlo escrito?, ¿consideras que hubo excesos?
MG - Es un libro vehemente,
controversial, muy subjetivo, y problemático como era mi propia conciencia al
momento de escribirlo. Por supuesto, incurrí en algunos excesos verbales, pero
no injurié a nadie ni me dejé llevar por pasiones mezquinas y menos por fobias
personales. Cuidé mucho en no mezclar los juicios estéticos con los juicios
ideológico-políticos. Así, en el libro no descalifico a ninguna obra por las
ideas políticas de sus autores, tanto que no faltaron intelectuales de
izquierda que criticaron mis apreciaciones literarias. Según ellos, por
ejemplo, al considerar a Eielson como el mejor poeta de la Generación del 50 es
desmedro de los poetas social realistas, yo había capitulado ante la derecha y
la reacción. D.H. Lawrence decía que hay que creer en la obra, no en el
artista. Sin embargo, cuando, el poeta, el narrador, el intelectual interviene
en la política y en los asuntos públicos pueden e, incluso, deben ser objetos
de crítica. En el caso concreto de los escritores de la Generación del 50, puse
atención sobre todo en la relación entre el ser y el pensar, en si hay o no
coherencia entre su pensamiento y sus actos...
Por ejemplo Ribeyro...
MG - En efecto, el hecho de que en un
capítulo de mi libro le dedicase un estudio muy elogioso a su obra narrativa,
no me inhibió de criticar a Ribeyro por haber recibido la Orden del Sol de
manos del gobierno de Alan García, que acababa de perpetrar las masacres del
Frontón y Lurigancho.
Con respecto a los que podríamos
llamar los intelectuales de izquierda ¿qué ha habido, en este contexto, después
de Mariátegui?
MG - Pues, pienso que la izquierda,
después de Mariátegui, no ha tenido intelectuales importantes, en el sentido de
intelectuales creativos y renovadores y que unen el pensamiento y la acción. La
falencia fue tan traumática que desesperadamente trató de llenar esa
carencia...
Con Macera, por ejemplo...
MG - Años atrás pensaba que Macera
era una suerte de anarquista de derecha. Pero acaso, por principio, ¿los
anarquistas no están contra el poder y desprecian los placeres y prebendas que
procura?... En fin ya dije todo lo que tenía que decir sobre Macera.
¿Y Flores Galindo?
MG - No conocí a Flores Galindo y lo
poco que leí de él, sobre todo los trabajos de su última etapa, me pareció
fundamental. Sé que además de brillante y lúcido, era un hombre (en realidad,
un joven, un muchacho) con las cualidades humanas necesarias para reunir a los
intelectuales peruanos. No lo conocí, es verdad, pero sentí mucho su muerte,
que fue una pérdida para el desarrollo del pensamiento democrático en el Perú.
¿Y Abimael Guzmán...? En La generación del 50 lo consideras un intelectual...
MG - A ciertos intelectuales de
derecha y de izquierda, pero en especial de izquierda, les resultó ofensivo el
que yo confiriese en mi libro un estatus de intelectual a Guzmán. No puedo
retractarme. Guzmán pertenece a esa categoría de intelectuales que dentro del
marxismo se le conoce como intelectual de partido. A diferencia de otros
intelectuales marxistas —como los marxistas académicos— que se mantienen en la
periferia de los movimientos revolucionarios, los intelectuales de partido
trabajan dentro de las organizaciones partidarias para construir las líneas
ideológico-políticas, y para elaborar la estrategias y tácticas y alcanzar los
objetivos que el partido postula... Desde luego, otra cosa es que pensamiento,
estrategias y tácticas sean correctas o incorrectas, y otra si estos cuadros
intelectuales, convertidos en líderes llegan a estar o no a la altura de los
acontecimientos. En cuanto a Guzmán, no conozco su tesis sobre Kant y supongo
que su actividad de intelectual debe haberse concretado en informes de partido,
artículos de análisis políticos, directivas y panfletos de propaganda...
Con respecto a estos temas, ¿cómo
enjuicias ahora políticamente a Mao Tse-Tung?
MG - Como cualquier líder
cometió errores y tuvo defectos humanos mayores y menores. Sin embargo
cualquier enjuiciamiento que se haga de él no puede dejar de tener en cuenta
que fue el forjador de la China moderna, que libró a su país de la dominación
imperialista, de la humillación nacional y del desprecio racista que tenían por
los chinos «aquellos demonios extranjeros, de piel pálida y enormes narices»...
Volviendo a Mao, se olvida que
era un buen poeta y escritor...
MG - Amigos que conocen el chino
me dijeron que en efecto Mao es un buen poeta. Su pensamiento no es sencillo ni
mucho menos simple, pero su estilo es de una gran claridad y elegancia. Una de
las cosas que más admire en sus escritos fue la libertad con que citaba a muy
diversos y distintos autores. Por ejemplo, sin inhibiciones y con espléndida
soberanía, si los consideraba necesario para su argumentación, junto a Marx o a
Lenin, citaba a poetas o pensadores chinos de la época esclavista o feudal. De
acuerdo con la tradición china fue un pensador, un guerrero y un poeta; aunque
combatió a Confucio, había en él algo del moralista confuciano y sospecho que
en su pensamiento había elementos arcaicos que recogió de la cultura campesina
china.
Para terminar, ¿cuál ha de ser el
vínculo entre el escritor y el poder?
MG - Cuanto más alejado se encuentre
el escritor del poder, tanto mejor será para él y su obra. Esto no quiere decir
que necesariamente debe convertirse en un ermitaño o en un marginal como los
personajes de Beckett; como cualquier ciudadano, y de acuerdo a su propio
temperamento, el escritor puede participar en procesos políticos en los que
cree, pero sin renunciar en su independencia y su derecho a la crítica, lo cual
exige una alta solvencia moral. La cuestión del poder, el tema del poder,
remite a una de las realidades humanas más complejas y misteriosas cuya
representación artística siempre será una tentación para los novelistas
dispuestos a correr el riesgo y puede dar lugar a realizaciones superiores en
el arte de la novela. En cuanto a mí, la gran tristeza de mi vida es que, lejos
de las certezas de mi juventud, me iré sin tener la esperanza de que algún día
se instaure en el mundo una sociedad justa e igualitaria sin jerarcas ni
caudillos, sin militares y policías, sin burócratas y sin curas.
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