Raymond Lotta
Parte 1
A continuación, un artículo adaptado de las intervenciones del economista Raymond Lotta en la Cumbre Campesina Mundial contra el Imperialismo y la Conferencia Popular contra la Globalización Imperialista, celebrada en Filipinas en noviembre de 1996. Esas actividades se organizaron como una forma de protesta contra la cumbre de APEC (Cooperación Económica Asiático-Pacífica), una reunión de los jefes de gobierno de la región.
La conferencia
dio lugar a importantes aportes teóricos acerca de la globalización
imperialista por el movimiento progresista y revolucionario de Filipinas, entre
los cuales se destacó un trabajo presentado por el Partido Comunista de las
Filipinas.
Es un gran privilegio estar aquí en Filipinas y participar
junto con ustedes en esta firme y desafiante protesta contra el imperialismo.
Vengo de Estados Unidos, odiado pilar del sistema imperialista mundial y el
mayor opresor de los pueblos del mundo; por eso, siento una gran
responsabilidad de solidarizarme con ustedes. Los revolucionarios que vivimos
en Estados Unidos entendemos que es imprescindible educar a las masas de
nuestro país a repudiar el papel que desempeña en los países oprimidos; de
hecho, sin eso no habrá revolución en Estados Unidos. Asimismo, para forjar el
movimiento revolucionario en nuestro país, es clave ganar a amplios sectores
del pueblo a apoyar toda lucha contra el imperialismo yanqui.
Es muy apto que
hagamos esta protesta en 1996, el centenario de la rebelión del pueblo filipino
contra el colonialismo español. Poco después de ese heroico levantamiento,
Estados Unidos mandó un cuerpo expedicionario a Filipinas para expandir su
imperio y dominio de la región. Solo en la isla de Luzón murieron 600,000
filipinos en combate o a causa de hambruna o enfermedades. Un general
estadounidense dio esta orden: "Quisiera que maten y quemen; entre más lo
hagan, más gusto me dará".
Cabría decir que
esa orden dio la pauta para los crímenes posteriores del imperialismo
estadounidense: Hiroshima, la guerra de agresión contra Corea del Norte, el
baño de sangre que desató la CIA en Indonesia en 1965, la guerra genocida de
Vietnam e Indochina, las masacres de alta tecnología en Irak.
¿Cuál ha sido el
fruto del imperialismo en la región asiático-pacífica? Bases militares y
gobiernos neocoloniales represivos; superexplotación y maquiladoras; miseria y
ruina de la agricultura campesina; enorme destrucción ecológica. El
imperialismo ha creado una "industria migrante" de gran envergadura:
35 millones de trabajadores dejan la patria y la familia cada año con la
esperanza de ganarse la vida en las economías más prósperas de la región.
También ha producido una vasta "industria del sexo". Este es el sistema
que las potencias imperialistas y sus gobiernos clientistas glorifican en la
cumbre de APEC. Quieren fortalecer las cadenas de explotación y dominación, y
expandir su alcance bajo esas banderas de la "liberalización del
comercio" y la globalización.
“¡Globalización!”, repiten los ideólogos del imperialismo
como si fuera una palabra mágica. Nos dicen que ahora “por primera vez, vivimos
en una economía global” y que estamos entrando a una “nueva época” en la cual
el capital y la tecnología otorgarán prosperidad a los países que busquen
agresivamente su nicho en el mercado global. Nos dicen que “oponerse a la
globalización es oponerse al futuro” y que nuestra única alternativa es seguir
la onda de la nueva economía global... o quedarnos atrás.
En realidad, la
humanidad ya tiene más de cien años de vivir en una economía global. Conocemos
los resultados y el costo de dicha globalización: la subyugación de naciones
enteras, las guerras, las crisis, las hambrunas y la explotación de billones de
personas. La verdad es que existe otra alternativa: avanzar nuestras luchas y
nuestra causa común de la liberación y la revolución en el mundo entero. Ahora
quisiera profundizar acerca de la globalización imperialista y lo que implica
para nuestras luchas.
EL CAPITALISMO
MUNDIAL: UNA PERSPECTIVA HISTORICA
Desde sus inicios
el capitalismo ha tenido un carácter global. El surgimiento del capitalismo en
Europa y Norteamérica estuvo totalmente vinculado con el comercio de esclavos
de Africa, y con el saqueo de Asia y América Latina. Asimismo, la revolución
industrial de Inglaterra estuvo indesligablemente ligada con el crecimiento del
comercio mundial, y lo estimuló. La dinámica propia del capital es crear un
mundo económico único. ¿Por qué? Porque la competencia lo impulsa a expandir y
extenderse, a explotarse el trabajo asalariado cada vez más y en una forma más
mecanizada... todo como parte de la búsqueda de ganancias y más ganancias.
Si bien el
capitalismo siempre ha tenido un carácter global, fue apenas a finales del
siglo 19 que se internacionalizó completamente como resultado del gran aumento
de inversiones extranjeras de los países capitalistas avanzados en su
inexorable búsqueda de nuevos campos para la explotación. Ese proceso constante
de expansión e integración, estimulado por el desarrollo del transporte y las
comunicaciones, ha creado una red capitalista global de producción y comercio.
Así, durante el siglo 20, sobre todo después de la II Guerra Mundial, las
relaciones económicas del capitalismo han penetrado más profundamente en las
economías y sociedades del tercer mundo.
La
internacionalización de los circuitos del capital--de producción, de mercancías
y de dinero--no se puede desligar del papel dirigente del capital financiero en
el proceso de acumulación de capital. Unas 300 corporaciones transnacionales de
los países imperialistas son dueñas del 25% de los bienes productivos del
mundo. Las corporaciones y bancos más grandes e importantes de las economías
capitalistas operan de una forma altamente global. En 1995, un 40% de las
ventas y un porcentaje similar de las ganancias de las mayores corporaciones
transnacionales estadounidenses se registraron en el extranjero. Dos de cada
cinco autos de General Motors se producen fuera de Estados Unidos.
La
internacionalización del capital es un fenómeno complejo. El capital
imperialista tiene un alcance internacional, pero se basa en mercados
nacionales (Estados Unidos, Japón, Alemania, etc.). El "mercado
nacional" es la "base de operaciones estratégica" del capital
imperialista. La mayoría de la producción se hace allí, así como la
investigación; es el centro del control y de la propiedad. Para realizar
inversión y expansión internacional, los capitales transnacionales necesitan la
protección y defensa económica, política y militar de su estado imperialista.
Esta contradicción--entre el capital altamente internacionalizado y su base
nacional--da lugar a rivalidades, conflictos y guerras entre las potencias
imperialistas.
El sube y baja de
la economía mundial; los cambios en los métodos y tecnologías de producción
capitalistas; la organización y la competencia de capital; tendencias como, por
ejemplo, que los alimentos ahora son una mercancía industrial y comercial: todo
eso influye muchísimo en nuestras vidas y luchas, nos afecta profundamente. En
países como Filipinas, vemos que las tierras que se dedicaban a cultivos para
la alimentación (como arroz) ahora se dedican a productos de exportación de
lujo (como espárragos).
Ahora, si bien es
cierto que el modo de producción capitalista domina y penetra la actividad
económica del mundo entero, no es cierto que el mundo sea
completamente capitalista. En muchas partes del tercer mundo, la explotación
capitalista se combina con formas precapitalistas y feudales de explotación. El
imperialismo utiliza esas relaciones económicas, y refuerza todo tipo de
relaciones sociales retrógradas y reaccionarias. Las alianzas entre los
gobiernos neocoloniales y las clases terratenientes son parte de la estructura
de control y dominación del imperialismo.
A pesar de la
extensa transformación capitalista que se ha experimentado en el campo del
tercer mundo, en una gran parte de América Latina, Asia y Africa el problema
campesino y la lucha por la tierra son la base de las luchas del pueblo. El
campesinado, así como su opresión semifeudal, sigue siendo una enorme fuerza en
el mundo. Además, la forma más alta de lucha campesina--guerra popular dirigida
por el proletariado--es el elemento clave para la liberación en la gran mayoría
de los países del mundo hoy.
La economía mundial
es altamente integrada, como he mencionado, pero también existe una falla
fundamental en la economía imperialista mundial: la división del mundo en
naciones opresoras y oprimidas. Los países ricos tienen apenas el 15% de la
población mundial; sin embargo, absorben el 80% de los recursos del planeta.
Esa división, y la distribución exageradamente desigual de las fuerzas
productivas, es un rasgo fundamental y permanente de la acumulación de capital
y de las relaciones de clase a nivel mundial.
Los países
imperialistas son estratégicamente dependientes del tercer mundo como
fuente de materias primas y mano de obra baratos, además de mercados. Los
países oprimidos son estructuralmente dependientes del imperialismo:
sus estructuras económicas se caracterizan por subordinación al
imperialismo. A menos que hagan una transformación revolucionaria, seguirán
ocupando una posición subordinada en la división internacional del trabajo, y
su crecimiento económico seguirá dependiendo de inyecciones de capital y de la
demanda de sus productos en los países imperialistas.
Los imperialistas
hablan de un "mundo interconectado" económica y tecnológicamente;
pero es un mundo dividido en clases y caracterizado por conflictos, un mundo de
capitales imperialistas en contienda, y un mundo dividido en naciones opresoras
y oprimidas. Es un mundo de los que lo tienen todo y los que nada tienen.
La globalización
imperialista y la lucha por un futuro diferente
Parte 2:
Sórdidos secretos de la economía global
LA EXPANSIÓN Y
CRISIS POSGUERRA
Para entender correctamente las tendencias principales de
la economía mundial, es necesario tener presente que el capitalismo funciona
dentro de un marco económico-político global definido por un contexto histórico
específico. Estados Unidos emergió de la II Guerra Mundial como el rey del
estercolero imperialista. El conflicto terminó con la derrota de Alemania y
Japón; además, los aliados de Estados Unidos--Inglaterra y Francia--quedaron
muy debilitados. Así, Estados Unidos emergió como la potencia imperialista con
mayor capacidad productiva, financiera y militar. El desenlace de la II Guerra
Mundial fue la reorganización de la economía mundial, y Estados Unidos fue el
actor central y mayor beneficiario.
Las economías
destruidas por la guerra se reconstruyeron dentro de un nuevo marco mundial,
más integrado, de inversión y comercio. Se ayudó a Alemania y Japón a
recuperarse con el fin de utilizarlos como baluartes económicos y estratégicos
contra la (entonces socialista) Unión Soviética y, después, la China maoísta.
Se establecieron nuevas relaciones económicas internacionales y un nuevo orden
monetario basado en el dólar. Nuevas instituciones globales, como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), concretaron y facilitaron
esos cambios.
El comercio mundial
creció enormemente; sobre todo hubo un gran aumento en la inversión de capital
imperialista en el tercer mundo: en los recursos naturales, en la agricultura
y--especialmente en los años 60--en el sector manufacturero. Los ingredientes
esenciales del auge de la posguerra fueron materias primas baratas, alta
rentabilidad de las inversiones en manufactura y la transformación del tercer
mundo orquestada por los imperialistas.
Pero, con el
tiempo, la situación se transformó en su contrario. La brutal expansión del
imperio suscitó resistencia y luchas de liberación nacional. El crecimiento de
la economía mundial dio lugar a crisis.
Para principios de
los años 70, los imperialistas occidentales se estaban topando con ciertos
límites. La revitalización económica de Europa occidental y Japón creó nuevos
rivales para Estados Unidos. El costo de librar la guerra genocida de Vietnam
fracturó el orden monetario internacional. La inflación mundial se disparó. El
sistema del dólar con garantía de oro se resquebrajó. Mientras Estados Unidos
contemplaba una derrota en Vietnam, Japón lo estaba suplantando como el
principal exportador de capital de la región asiático-pacífica. La rentabilidad
estaba en declive en todos los países industrializados avanzados y las
inversiones de largo plazo se restringían. Asimismo, el desarrollo dependiente
y desequilibrado del tercer mundo creaba nuevas barreras a la expansión
imperialista.
Un punto de viraje
ocurrió en 1974-75: la economía mundial imperialista experimentó la primera
contracción global desde la Gran Depresión (que empezó en 1929) y entró en una
crisis estructural profunda. El auge de la posguerra terminó; la posición
dominante del imperialismo estadounidense en el orden capitalista mundial se
estaba socavando.
Esa crisis se
caracterizó por una fuerte baja de crecimiento e inversión. De 1948 a 1973, la
economía mundial creció a un ritmo de 5%; pero de 1974 a 1989, disminuyó a 2.5%
(la mitad). La crisis también se caracterizó por una aguda inestabilidad
financiera: hubo enormes fluctuaciones del valor de la moneda en muchos países
y el peligro de quiebra de importantes instituciones bancarias en los años 80.
A su vez, esa
crisis global suscitó la crisis de la deuda en el tercer mundo. Por un lado, la
baja económica y la menor rentabilidad en los países avanzados a finales de los
70 y principios de los 80, empujó a los bancos a invertir enormes cantidades de
capital de préstamo excedente en un grupo selecto de países del tercer mundo. Países
como México y Brasil llegaron a ser importantes centros de crecimiento para el
imperialismo. Pero, por el otro lado, los países deudores encontraron más
difícil exportar sus productos y ganar divisas debido al lento crecimiento de
las economías imperialistas y sus medidas proteccionistas. Además, su
dependencia de capital y tecnología de los países capitalistas avanzados
ocasionó una demanda más fuerte de préstamos y más préstamos.
LA RIVALIDAD ESTADOUNIDENSE-SOVIÉTICA Y EL FIN DE LA
"GUERRA FRÍA"
Pero hay que añadir
otro elemento importante: la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión
Soviética socialimperialista se estaba intensificando.
Bueno, la Unión
Soviética fue un país socialista, pero en 1956 una nueva clase explotadora tomó
el poder y estableció el capitalismo de estado. Los nuevos dirigentes
capitalistas se empeñaron en forjar un imperio internacional y empezó a surgir
un mundo imperialista "bipolar". Desde principios de los 70, la Unión
Soviética se vio cada vez más en la necesidad, y con la capacidad, de enfrentar
al bloque imperialista del Occidente. Después, para finales de los 70, la misma
Unión Soviética experimentó serios problemas económicos.
El conflicto
geopolítico más importante de finales de los 70 y de los años 80 fue este: la crisis
de la economía mundial se entretejía con la rivalidad global entre Estados
Unidos y la Unión Soviética, y la atizaba. La situación no podía seguir así:
una de las dos potencias tenía que triunfar. Los dos bloques iban
inexorablemente hacia la guerra mundial. El desenlace fue que una de las
potencias imperialistas, la Unión Soviética, se derrumbó.
El derrumbe de la
Unión Soviética y su bloque en 1989-91 es el cambio más importante en las
relaciones interimperialistas desde la II Guerra Mundial. La destrucción
de la estructura de relaciones internacionales de la época de la "guerra
fría" ha llevado a la resolución de ciertas contradicciones, pero otras
persisten y se intensifican.
Esos cambios y
virajes han producido consecuencias geopolíticas y económicas de gran alcance.
Estados Unidos ha
resurgido como la única superpotencia imperialista, con más posibilidades de
imponer sus "soluciones" en zonas de conflicto como Sudáfrica y
Centroamérica.
El hecho de que la
confrontación militar global entre los bloques de Estados Unidos y la ex Unión
Soviética terminó significa que los imperialistas occidentales tienen más
tecnología y capital disponibles, sobre todo Estados Unidos, que están
aplicando a los sistemas de producción y mercadeo globales. Desde luego,
Estados Unidos mantiene arsenales capaces de destruir mil veces toda la
humanidad, y también sigue realizando asesinas intervenciones. Asimismo, los
riesgos geopolíticos a la inversión capitalista en algunas partes del tercer
mundo han disminuido.
El campo en que los
imperialistas se pelean por mercados se ha ampliado; centenares de millones de
trabajadores del antiguo bloque socialimperialista soviético y de China (donde
se restauró el capitalismo en 1976, después de la muerte de Mao) se han sumado
a una fuerza laboral más integrada del mundo.
Estos cambios son
importantes. El capitalismo mundial ha experimentado cierta restructuración y
su marco geopolítico global se ha modificado. Eso ha estimulado la inversión,
el crecimiento y más reorganización.
Sin embargo, un
rasgo particular de la situación mundial actual es que a pesar de todos los
cambios, la economía mundial carece de expansividad y manifiesta inestabilidad.
Además, para inmensos sectores de las masas en todo el mundo la pobreza y la
miseria son peores cada día.
De 1990 a 1995, la
producción mundial creció a un ritmo promedio anual de menos de 2.5%. Hoy día,
la economía de Europa occidental está estancada y su crecimiento es muy lento.
Japón todavía no se recupera de la recesión y crisis financiera de principios
de esta década. Rusia experimenta uno de los episodios más bárbaros de la
historia económica del siglo 20. Por lo general, en los países imperialistas ni
la inversión en fábricas y maquinaria ni el aumento de la productividad ha alcanzado
los niveles de la expansión de posguerra. Industrias clave de la economía
mundial, como la industria automotriz, experimentan un problema de
sobrecapacidad. Una gran parte de los movimientos mundiales de capital son
especulativos y de corto plazo. La inestabilidad financiera y monetaria
amenazan la economía mundial.
Por otra parte, el
tercer mundo sigue con una enorme deuda externa. En 1995, la deuda era el
triple que en 1980. Muchos países de Africa sufren los horribles estragos del
estancamiento económico, enfermedades y colapso de la infraestructura. México
ha experimentado una serie de crisis en estos años. En los países imperialistas
se está desmantelando el "estado benefactor", y en el tercer mundo la
"austeridad" y los mortíferos programas de "ajuste" del FMI
son el pan de todos los días.
Existe una crisis
de desempleo a nivel mundial. El bajonazo económico mundial de principios de
los 90 ha terminado, pero el 30% de la fuerza laboral está desempleada o
subempleada, una cifra que no se veía desde la Gran Depresión. En Europa
occidental, uno de cada nueve trabajadores no tiene empleo. En Asia, Africa y
América Latina, casi un billón de personas carecen de empleo o ganan un salario
inadecuado para mantenerse. En América Latina, el 80% de los empleos
"creados" en los últimos años son de la llamada "economía
informal": trabajos que pagan una miseria y no son regulados por el
gobierno. Cada año unos 75 millones de personas emigran del tercer mundo
buscando trabajo.
Durante seis años
la economía estadounidense ha experimentado un período de reactivación y ha
buscado agresivamente fortalecer su posición en los mercados internacionales. A
nivel interno, esa reactivación ha cobrado fuerza debido a reorganización de
las corporaciones, reducción de planta, adopción de nuevas tecnologías de
información y de reducción de costos, y desalmada restructuración de la fuerza
laboral y las relaciones obrero-patronales. Además, Estados Unidos ha
recuperado cierta ventaja competitiva a raíz de las dificultades económicas que
experimentan Japón y Alemania.
Estados Unidos
sigue siendo el país con la economía más grande y más fuerte del mundo, pero su
fuerza económica global--su porcentaje de la producción e inversión
mundiales--ha disminuido en comparación con el período de 1950 a 1960. La
"guerra fría" dejó a Estados Unidos debilitado en el campo
financiero. Sus grandes déficits comerciales y presupuestales le dificultan
recurrir a medidas fiscales expansionistas y de política monetaria.
Las consecuencias
de lo que he descrito han sido sumamente importantes: Estados Unidos ya no
puede desempeñar el mismo papel de "locomotora" de la economía
mundial. Es decir, no puede estimular el crecimiento y jalar a las demás
economías nacionales de la misma manera que lo hizo en las décadas después de
la II Guerra Mundial. Lo que también es importante es que ninguna otra potencia
imperialista puede hacerlo; o sea, ninguna puede jugar el papel dirigente ni
orquestar la economía mundial como lo hizo Estados Unidos en la posguerra. Además,
existe una intensa competencia y rivalidad geoeconómica entre Estados Unidos,
Japón y la Alemania reunificada.
Hay ciertos
elementos contradictorios en la situación mundial, unos favorables y otros no
tan favorables para las luchas populares; pero la situación en conjunto da
amplias oportunidades para el avance revolucionario; es decir, para que las
guerras populares en los países oprimidos se desarrollen más y para que se
inicien nuevas; para luchas y preparativos revolucionarios en los países
imperialistas; y para crear una situación más favorable por medio de lucha.
UNA NUEVA OLA DE
GLOBALIZACIÓN
Estoy consciente de
que he abarcado mucho en esta plática, pero todo esto forma parte del contexto
para entender mejor la actual ola de globalización imperialista. Durante los
últimos 20 años, la economía mundial se ha integrado mucho más. Industrias
importantes se han reorganizado a nivel mundial debido a crisis y a nuevas
oportunidades de inversión imperialista. La agricultura del tercer mundo se ha
integrado más completamente a las cadenas de producción y mercadeo de la
agroindustria imperialista. En la operación del capital mundial han ocurrido
transformaciones de organización y tecnología, con consecuencias económicas y
sociales profundas.
Sin embargo, esos
cambios ocurren dentro del mismo sistema imperialista. Es decir, es la misma
economía de explotación, la misma política de dominación, y la nueva ola de
globalización imperialista dará los mismos resultados: más opresión, nuevos
puntos nodales de crisis y conflicto imperialista... y más resistencia.
Esta ola de
globalización gira en torno a tres fenómenos interrelacionados. El más
importante es esta intensificada globalización de la producción. Las
nuevas tecnologías de producción, transporte y comunicación juegan un papel
clave en ese fenómeno. Por una parte, han facilitado la división del proceso de
producción en a distintos países, así como la coordinación de esas actividades;
de esta forma se ha aumentado la tasa de ganancias. Por otra parte, un porcentaje
mucho mayor de la producción mundial se organiza firmemente bajo el control y
la dominación del capital transnacional.
La intensificada
globalización de la producción representa un cambio cualitativo. Se ha
globalizado una gama mucho más amplia de actividades de manufactura, del agro y
de la industria de servicios. Hoy más que nunca, el capital compara los costos
y oportunidades de inversión a nivel mundial; cruza y recruza las fronteras
nacionales. Más que nunca, el proceso de trabajo se integra, se transforma y se
abarata a escala mundial.
Por una parte, esa
producción globalizada se hace en la "fábrica global": distintas
fases de producción se realizan en diferentes países. A veces las corporaciones
transnacionales la controlan directamente, como ocurre, por ejemplo, en el
sector automotriz y otros sectores de gran intensidad de uso de capital. La
última ronda de inversiones estadounidenses en la industria automotriz de
México combina tecnología moderna y alta productividad con salarios que son la
octava parte de los estadounidenses.
Otra parte de la
producción globalizada la manejan compañías del tercer mundo, sobre todo cuando
se trata de los sectores de gran intensidad de uso de mano de obra (no
altamente mecanizados), como las maquiladoras de la industria costurera de
Centroamérica y Asia oriental. A veces esto también sucede con la alta
tecnología: en Bangalore, India, vemos "plantaciones de alta
tecnología" donde producen software para computadoras y los profesionales
reciben la quinta parte del salario que se paga en Estados Unidos.
La globalización
crea "nuevas jerarquías" de producción imperialista. Los países
imperialistas controlan directamente ciertas industrias estratégicas de alta
tecnología, como telecomunicación y la industria aeroespacial, pero destinan la
industria liviana (como la industria textil) y aspectos del montaje de las
nuevas industrias de alto crecimiento (como chips de computadora) a los países
oprimidos más pobres. Asimismo, una porción de la industria pesada en declive
que se centralizaba en los países imperialistas, como acero y construcción
naval, ahora se ha expandido a unos pocos países del tercer mundo. Una parte
cada vez más grande de los productos manufacturados de exportación del mundo se
produce actualmente en el tercer mundo.
La manifestación
más marcada de la globalización desde 1990 ha sido el dramático aumento de la
salida de capital imperialista privado al tercer mundo. De hecho, la inversión
extranjera directa en las naciones oprimidas se ha triplicado en los últimos
cinco años; en 1995, la inversión extranjera en el tercer mundo representó el
35% de la inversión extranjera; en 1988 representaba el 18%. Durante la
recesión de 1990-93, la salida de nuevas inversiones extranjeras directas de
los países imperialistas disminuyó, pero en los mismos años la inversión
imperialista en el tercer mundo aumentó en un 50%. Así que los mercados y las
ganancias sacadas del tercer mundo han sido importantes como estímulo a las
economías imperialistas.
¿Por qué se da ese
aumento significativo en la salida de capital a ciertas regiones del tercer
mundo? Por una parte, el capital imperialista necesita reducir costos debido al
lento crecimiento y las intensas presiones competitivas de la economía mundial.
Necesita movilidad y encaminar las inversiones a donde sean más rentables. Por
otra parte, como ya hice mención, la resolución de la confrontación entre
Estados Unidos y la Unión Soviética ha reducido ciertos riesgos y obstáculos
geopolíticos a la exportación de capital y tecnología al tercer mundo.
El segundo fenómeno
de la nueva ola de globalización, relacionado con el primero que acabo de
describir, es la mayor globalización de las finanzas, es decir, la
banca, los mercados de capital y la bolsa electrónica (que facilita el traslado
de enormes cantidades de capital por todo el mundo). La globalización e
integración financiera posibilita la rápida combinación y asignación de
capital, y hace más fácil invertirlo y desinvertirlo.
Es la época del
"capitalismo cada vez más rápido"; el capital tiene que responder
rápidamente a las oportunidades de sacar ganancias. Grandes cantidades de
capital de corto plazo salen de un país a otro buscando ganancias rápidas;
entran y salen del mercado financiero y de la bolsa de los países del tercer
mundo. El gran crecimiento del sector financiero y de movimientos de capital
especulativo está estrechamente relacionado con la disminución de la formación
de capital de largo plazo en los países imperialistas.
El tercer fenómeno
es la globalización de la política macroeconómica de los países
oprimidos. Me refiero a la virtual toma de las riendas de la economía de países
del tercer mundo por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial,
provocada por la crisis de la deuda. Esa autoridad externa ha impuesto medidas
de austeridad y ajuste que han recortado los salarios y bajado el nivel de
vida; asimismo, ha reprogramado esas economías para la producción de artículos
de exportación y la mayor integración de los mercados domésticos de riqueza,
bienes y bienes raíces a la economía internacional.
Este tipo de
control económico no es nada nuevo en la historia del imperialismo, pero cabe
señalar dos cosas acerca de lo que ha ocurrido en el tercer mundo durante los
últimos 20 años. Para empezar, los programas de ajuste del FMI--se han aplicado
simultáneamente a más de 100 países deudores--resultaron en una enorme
transferencia de recursos financieros del tercer mundo a los países
imperialistas durante los años 80. Igualmente--y siguiendo en los años 90--esos
programas han favorecido a la industria manufacturera que utiliza mano de obra
barata y aprovecha la pobreza y las grandes reservas de trabajadores del campo.
Las medidas del FMI/Banco Mundial han estimulado la integración más completa de
la manufactura de mano de obra barata al mercado mundial.
En el campo del
tercer mundo, la globalización ha producido una agricultura más capitalizada y
mayor proletarización de los campesinos. Pero también produce una explotación
más intensa de los campesinos y los pobres del campo. Me refiero a la
agricultura de subsistencia, la aparcería, los acasillados y otras formas de
trabajo atado o servidumbre, y el trabajo de temporada. Lejos de transformar a
todos los campesinos en obreros, el imperialismo está incorporando la opresión
semifeudal a su dinámica general de opresión.
GLOBALIZACIÓN,
COLUSIÓN Y RIVALIDAD
En cierto sentido,
los imperialistas tienen un plan común. Se unieron para caerle encima a Irak.
Han usado los programas de "ajuste estructural" del Banco Mundial
para obligar a los gobiernos del tercer mundo a pagar la deuda y para crear
nuevas oportunidades de explotación y saqueo de esos países. Asimismo, los
tratados de "liberalización de comercio" les han servido para abrir
las economías de los países oprimidos a más inversión, control y propiedad
extranjeros. Los recientes acuerdos de la Organización Mundial de Comercio han
establecido el marco de la actividad económica internacional.
Esos acuerdos
facilitan la inversión de capital donde pueda sacar la máxima ganancia y
posibilitan las ventas en cualquier país que ofrezca el mercado más grande.
Además, los imperialistas están formalizando lo que llaman "derechos de
propiedad intelectual" para tener más control y sacar más ganancias del conocimiento
acumulado de la humanidad.
Pero la nueva ola
de globalización entraña competencia para reducir costos y rivalidad entre los
imperialistas acerca de cómo se va a establecer la autoridad para imponer las
reglas que rigen el comercio y la inversión, es decir, acerca de cuál potencia
va a ser la fuerza dominante en ciertas regiones. La región asiático-pacífica
es un campo de batalla importante, precisamente porque es la región de
crecimiento más dinámico de una economía mundial que actualmente experimenta un
crecimiento lento. Estados Unidos y Japón usan foros como APEC (Cooperación
Económica Asiático-Pacífica) para impulsar sus propios proyectos económicos y
estratégicos en la región.
Un aspecto de la
mayor competencia geoeconómica entre los imperialistas es la tendencia
hacia la regionalización y la formación de bloques económicos regionales.
Estados Unidos está reforzando su control económico de América Latina. Japón
quiere afianzar y expandir su posición económica dominante en Asia oriental.
Alemania está jugando un papel más agresivo en el continente europeo. Todas las
potencias imperialistas comercian e invierten en esas regiones, y Rusia es una
especie de comodín ahorita, pero de todas formas existe una tendencia a formar
bloques económicos.
Podemos decir que
por un lado, la integración regional de Asia orquestada por Japón y la
integración regional a través de NAFTA orquestada por Estados Unidos forman
parte de un proceso de reducir los costos laborales y aumentar la rentabilidad.
Por otro lado, la integración regional es parte de una estrategia imperialista:
los rivales establecen posiciones privilegiadas respecto al comercio y la
inversión con el fin de competir con mayor eficacia a nivel mundial. Por
ejemplo, uno de los motivos de Estados Unidos para fortalecer su posición en el
comercio y las inversiones en América Latina es precisamente reforzar su
capacidad de competir contra Japón a escala mundial.
LA GLOBALIZACIÓN EN
RESUMEN
En resumen, ¿qué es
la globalización? Es mayor movilidad geográfica de capital, la posibilidad de
trasladar los recursos de un sitio de bajo costo a otro y de usar la amenaza de
tales traslados como un garrote contra los trabajadores. Es combinar la
tecnología más moderna con la mano de obra más barata y las conexiones del mercadeo
mundial. Es mayor penetración de los países oprimidos por los bancos y
corporaciones de los países imperialistas. Es quitar las protecciones a los
trabajadores y los reglamentos que protegen el medio ambiente con el lema de
"armonizar" las normas. Es obligar a los obreros y campesinos a
trabajar por salarios más bajos y en peores condiciones.
Estos son
algunos de los "sórdidos secretos" de la globalización imperialista.
Por una parte, es una tendencia permanente del desarrollo capitalista y, por
otra parte, es un ataque económico e ideológico contra las masas del mundo
entero.
La globalización
imperialista y la lucha por otro futuro
Parte 3:
Inversiones y desarrollo: ¿Para quién?
Raymond Lotta
Los ideólogos de la
globalización imperialista afirman que los países del tercer mundo pueden salir
del subdesarrollo si atraen inversiones y las combinan con su abundante mano de
obra barata, que supuestamente representa la "ventaja relativa" de
esos países. En realidad, la movilidad del capital produce competencia entre
dichos países para ofrecer los salarios más bajos, la infraestructura más
barata y las peores protecciones sociales y ambientales, todo con el objetivo
de atraer inversiones.
En Corea del Sur,
la cantidad de obreros que mueren en accidentes industriales es seis veces
mayor que en Estados Unidos pero, aun así, Nike sale de Corea para Indonesia,
donde se paga $2.20 al día. En la "zona económica especial" de
Shenzhen, China, se gana 12 centavos la hora y se trabaja 12 a 13 horas al día,
siete días a la semana. Esa es la realidad de la "ventaja relativa".
Los imperialistas
proclaman que la integración es el destino inevitable de las naciones. Pero,
fíjense, en realidad se trata de un proceso muy calculado de asignar capital.
De hecho, la inversión extranjera en el tercer mundo está altamente
concentrada. En 1995, el 75% se destinó a apenas 12 países. Hasta hace dos
años, los imperialistas boicotearon una gran parte de Africa al sur del Sahara,
donde el 50% de la población vive en la pobreza absoluta, es decir, al borde de
la inanición. Los mercados financieros globales dijeron en la práctica:
"que se muera esa gente, que se mate entre sí". Cabe señalar que una
gran cantidad del capital que fluye al tercer mundo es de corto plazo: entra y
sale rápidamente, respondiendo a los ritmos del mercado global, además de la
situación local.
Sin embargo, el
problema no es que la distribución de inversiones sea injusta ni que se
aproveche mal. El verdadero problema son las mismas inversiones. Es decir, cada
centavo de capital extranjero es un yugo para los oprimidos porque esas
inversiones y el desarrollo capitalista que estimulan se basan en la
superexplotación y producen miseria. Las inversiones extranjeras no son una
"milagrosa hormona de crecimiento".
El capital entra a
un país como Filipinas cubierto de sangre de los trabajadores de las
maquiladoras de Indonesia, las minas de Sudáfrica y los campos de California.
Después sale manchado por la sangre de los campesinos, de las obreras que
pierden su juventud en las fábricas y de los niños que tienen que venderse para
sobrevivir.
Es cierto que la
inversión extranjera estimula el crecimiento; pero, ¿qué tipo de crecimiento?
Un crecimiento chueco que no produce un desarrollo agro-industrial equilibrado
e integrado. No fomenta una tecnología apta para la situación de esos países.
Produce mayor dependencia de los préstamos y mercados del imperialismo. Hay que
preguntar: ¿crecimiento para quién? La inversión extranjera no favorece el
bienestar de la mayoría del pueblo ni libera el potencial humano.
¿Hacia dónde?
Es preciso sacar un
balance económico y social del impacto de esas tendencias de la economía
mundial en los pueblos del mundo:
La brecha entre los países capitalistas
desarrollados y las naciones oprimidas es tan marcada como siempre. Es
cierto que unos cuantos "países de reciente industrialización" a
donde se ha canalizado inversión imperialista han cerrado tantito la brecha de
producción económica; sin embargo, en 1995, 89 países del tercer mundo estaban en
una situación económica peor que hace 10 años. Además, la disparidad de ingreso
y la pobreza en cada país están aumentando: el porcentaje del ingreso mundial
que corresponde al 20% de la población más rica aumentó de 70% a 85% durante
los últimos 30 años.
La salvaje restructuración de la fuerza
laboral mundial. Por una parte, como he mencionado, la manufactura global
que utiliza mano de obra barata se está extendiendo, aprovechando la miseria y
la gran reserva de trabajadores del tercer mundo. Por otra parte, tanto en los
países oprimidos como en los imperialistas, hay nuevas formas más opresivas de
controlar y utilizar el trabajo asalariado. Los sistemas de flexibilidad
laboral están adquiriendo mayor importancia: contratan obreros, los utilizan de
diversas maneras y los despiden cuando hay cambios en los mercados. En todo el
mundo está creciendo la mano de obra subcontratada, que típicamente es de corto
plazo, con salario bajo y sin prestaciones ni seguridad. A nivel mundial existe
una aceleración de la producción sin precedentes.
Desplazamiento social masivo en el campo
del tercer mundo. Millones de campesinos, expulsados de la producción
agrícola, tienen que emigrar a las ciudades. Eso ocurre como consecuencia de:
1) la mayor concentración de tenencia de la tierra y los recortes de subsidios
rurales que imponen las medidas de ajuste del Fondo Monetario
Internacional(FMI)/Banco Mundial; 2) la mayor integración de la agricultura y
la ganadería local a la agroindustria mundial de gran escala; 3) la especulación
en tierras y su adquisición por corporaciones transnacionales; 4) la mayor
penetración de la biotecnología imperialista en la agricultura mundial. En
resumen, se están destruyendo la agricultura tradicional y los sistemas básicos
de producción de alimentos.
Las ciudades
experimentan un crecimiento caótico. Los recursos no dan abasto ante la mayor
concentración de industria imperialista en las zonas urbanas y el torrente de
campesinos que llegan a los cinturones de miseria. Estas tendencias cobrarán
más fuerza en los años venideros y expulsarán de la tierra a centenares de
millones de campesinos.
Simultánea y
paralelamente con todo eso, la semifeudalidad perdura y se fortalece en el
campo.
Consecuencias para la mujer. La
globalización estimula la integración masiva de la mujer a la fuerza laboral
del tercer mundo, pero dicha integración refuerza la opresión de la mujer. Por
ejemplo, hay una gran concentración de obreras en el trabajo subcontratado, que
es muy mal pagado. Asimismo, trabajan en situaciones de control muy estricto,
por ejemplo en fábricas que son como campamentos militares. Muchas son
trabajadoras eventuales.
Por otra parte, en
el campo es muy común que los hombres emigren a las ciudades o al extranjero y
las mujeres lleven toda la carga de cultivar las parcelas para alimentar a la
familia. También los recortes de salud, nutrición y vivienda en campo y ciudad
recaen con más rigor sobre la mujer porque tiene la responsabilidad de ver por
las necesidades básicas de la familia.
Destrucción ecológica. Se está
produciendo una catástrofe ecológica en el tercer mundo debido a las extremas
presiones de producir al costo más barato, exportar todo lo que se pueda y
aflojar las regulaciones. Como ejemplos veamos las crisis de sanidad en las
zonas de maquiladoras de México, el agotamiento de los recursos naturales de
Indonesia, y la destrucción de la selva tropical de Brasil y los arrecifes de
coral de Filipinas.
Estados Unidos
En los países
imperialistas--me refiero en particular a Estados Unidos--la restructuración de
los años 70 y 80, la globalización y los cambios tecnológicos (atizados por la
crisis) han tenido un gran impacto en la fuerza laboral.
Se destaca, por
ejemplo, la eliminación de trabajos en la base manufacturera industrial. En
Estados Unidos se ha visto una reorganización general de la industria básica,
con reducciones permanentes de planta, exportación de producción de
componentes, reubicación de operaciones manufactureras, adopción de sistemas de
producción de alta tecnología que reemplazan a los trabajadores, eliminación de
sindicatos, reducción dramática de prestaciones (de salud y de jubilación) y
aumento de trabajo de tiempo medio y eventual.
Todo eso ha tenido
un fuerte impacto en los sectores mejores pagados de la clase obrera y ha
acelerado la eliminación de trabajos estables de buenos ingresos. Se calcula
que hasta la tercera parte de los empleos en Estados Unidos están sujetos a
presiones de reubicación global, hecho que le permite al capital bajar los
salarios y empeorar las condiciones de trabajo. En esta década los trabajos
profesionales también han caído bajo la tijera de la reorganización de las
corporaciones. En general en Estados Unidos, la seguridad laboral ha disminuido
(entre 1992 y 1995, el 15% de los trabajadores que llevaban más de un año en el
puesto perdieron su trabajo) y la intensidad de trabajo ha aumentado.
En cuanto a los
sectores más oprimidos y explotados del proletariado, afrontan una situación
más y más dura como parte de una verdadera "guerra contra los
pobres". Existe un ejército creciente de mano de obra barata, obreros que
han sufrido recortes y tienen menores prestaciones y seguridad, obreros de
maquiladoras, etc. La disparidad de ingreso, la polarización social y la
pobreza están en ascenso en la sociedad estadounidense. El sistema de bienestar
social está siendo desmantelado. La clase dominante busca reducir los déficits
recortando los servicios sociales y fomentar la competencia entre los obreros
más pobres. Se proyecta que un millón más de niños caerán en la pobreza como
resultado de la eliminación de los programas básicos de bienestar social.
Satanizan, atacan y
criminalizan a toda una generación de negros: los jóvenes que no tienen
perspectiva de encontrar trabajo. Uno de cada tres jóvenes negros está preso o
bajo libertad condicional. El estado de California gasta más dinero en
prisiones que en educación. Lanzan campañas chovinistas y represivas contra los
inmigrantes, que se concentran en los sectores más oprimidos del proletariado
estadounidense. Militarizan la frontera con México.
Hay dos puntos
importantes al respecto: la clase dominante de Estados Unidos fomenta su propio
cruel programa de austeridad para aumentar la competividad del capital
estadounidense a nivel internacional y se prepara para la posibilidad de
mayores trastornos sociales internos.
Nuevas presiones,
nuevos trastornos
Quisiera recalcar
otro punto: la restructuración y globalización intensifican las presiones y
trastornos de la economía mundial.
Veamos, por
ejemplo, el colapso de la economía mexicana. Se afirmó que el crecimiento
rápido de la economía mexicana era un modelo para otros países tercermundistas
que querían ser "tigres del libre mercado industrial". Pues, en el
lapso de unos cuantos días a finales de 1994, una gran cantidad de capital
especulativo y de corto plazo se retiró de la bolsa de valores, cetes, etc. La
crisis del peso llegó como un ciclón; provocó un colapso industrial y una caída
de 50% en el valor de los salarios.
Como la crisis
amenazaba con desestabilizar los mercados mundiales financieros y de capital,
Estados Unidos orquestó un rescate: el paquete económico más grande desde el
Plan Marshall [ayuda económica para reconstruir a Europa después de la II
Guerra Mundial-Trad.]. Para 1996, el nivel de vida cayó un 20%. Ese fue el
costo de los préstamos de emergencia imperialistas. La gente come tortillas
cuando antes comía verduras; la desnutrición aumenta en el campo... y los
campesinos se alzan en armas.
En resumen, la
restructuración y globalización han producido transformaciones importantes de
la economía mundial, pero no han creado una expansión vigorosa ni estable.
El programa del
FMI/Banco Mundial de aumentar la exportación y bajar el nivel de vida
intensifica las presiones para los países del tercer mundo de encontrar nuevos
mercados. Las vertiginosas economías de Asia oriental son altamente
dependientes del acceso a mercados de exportación; la posibilidad de una crisis
financiera al estilo mexicano está latente en países como Indonesia, Brasil,
Tailandia y Filipinas. [Esto se escribió antes de la reciente crisis financiera
y de la moneda en Asia oriental--Ed.] La relación entre Estados Unidos y
Japón--de comercio, moneda y corrientes financieras--es una falla potencial de
la economía mundial.
La globalización se
plantea como "la onda del futuro", pero el futuro que ofrece este
sistema--con toda su capacidad tecnológica--es mayor explotación y opresión de
los pueblos de los países oprimidos, así como de los imperialistas. El futuro
que el sistema ofrece--con todos sus puntos de contacto globales--es empujar a
millones de personas a la mínima subsistencia. El futuro que ofrece--con todas
sus inversiones--es economías más chuecas con menos posibilidades de
proporcionar servicios básicos y de alimentar a los obreros y campesinos.
¿Qué significa para
nuestras luchas?
A veces la gente ve
los horrores del imperialismo, pero no ve la posibilidad de luchar. Los
imperialistas quieren intimidarnos y nos dicen que el capital es tan poderoso y
tiene tanta movilidad que debemos acceder a todo lo que nos pidan.
Pero, en realidad,
la situación actual suscita protesta, resistencia y rebelión: motines en
Venezuela por el alza de precios, luchas contra el despojo de los campesinos de
Sudamérica, batallas en India contra los proyectos hidroeléctricos que
desplazan a decenas de miles de sus tierras ancestrales, paro general de
trabajadores del sector público en Francia en 1995.
Las mini-crisis de
repente abren nuevas posibilidades de lucha. La globalización imperialista
produce mayor integración mundial, y los acontecimientos y luchas en una parte
tienen un gran impacto en la situación en otras regiones.
Es cierto que se
nos plantean enormes retos... pero también existen oportunidades de avanzar
nuestras luchas y, en particular, luchas revolucionarias porque si bien el
sistema es bárbaro, también es vulnerable. ¿Qué significa esto para nuestras
luchas?
En primer lugar,
cuando enfrentamos al monstruo imperialista, hay que estar resueltos a librar
una lucha militante y a guiarnos por los intereses fundamentales de las masas.
Hay que desencadenar su activismo y determinación porque en eso descansa el
poder de un movimiento que de veras se guía por los intereses fundamentales del
pueblo.
Necesitamos una
visión global. Los imperialistas buscan dividirnos y tenemos que encontrar la
forma de solidarizarnos. Nos toca tumbar las barreras y estrechar los lazos de
nuestra lucha común contra el imperialismo. Los agricultores de India
recibieron un gran apoyo internacional cuando lucharon contra las corporaciones
estadounidenses que querían obtener patentes para técnicas de cultivo
tradicionales. El debate acerca de NAFTA (el Tratado de Libre Comercio) suscitó
la actividad de muchas fuerzas políticas a fin de forjar solidaridad entre
obreros mexicanos y estadounidenses, y cuando estalló el levantamiento en
Chiapas, la actividad se multiplicó.
Los revolucionarios
en Estados Unidos tenemos la obligación especial de ganar a amplios sectores
del pueblo a oponerse a la dominación yanqui del tercer mundo y a su agresión
contra países como Irak. Nos incumbe ganar apoyo a todas las luchas contra el
imperialismo yanqui, sobre todo las luchas revolucionarias de nuestros hermanas
y hermanos de clase.
Debemos aprender de
la experiencia y lucha de compañeros en distintas partes del mundo, por medio
de apoyo y relaciones directos, así como de la comunicación y difusión de las
lecciones.
Hay otra tarea
crucial: apoyar de todo corazón las luchas de vanguardia de nuestro tiempo. Me
refiero a las guerras populares maoístas de Perú, Filipinas y, ahora, Nepal,
que han movilizado a las masas campesinas en heroicas revoluciones agrarias
armadas como el preludio a la revolución socialista.
Los maoístas
sostenemos que hay que librar la guerra revolucionaria... porque es la única
forma de tumbar el imperialismo y sus compinches nacionales y crear un mundo
nuevo... solo la guerra revolucionaria puede desencadenar el coraje y el
entusiasmo de los explotados y oprimidos... es imprescindible para resolver los
problemas fundamentales del pueblo.
Existe una
alternativa a la locura y el sufrimiento del sistema imperialista: la
revolución proletaria mundial, que encierra dos corrientes de lucha revolucionaria.
Una es la lucha antiimperialista democrático-nacional (de nueva democracia)
librada por las naciones y pueblos dominados por el imperialismo. Las naciones
oprimidas del tercer mundo han sido los centros de la tempestad de la
revolución desde la II Guerra Mundial y estas luchas han brindado muchísima
inspiración a los pueblos del mundo, fortaleciéndolos enormemente y debilitando
mucho al imperialismo.
La otra corriente
es la lucha del proletariado y sus aliados por el socialismo en los baluartes
del imperialismo. ¿A poco es imposible hacer la revolución en el corazón del
imperialismo? La Rebelión de Los Angeles de 1992 demostró la fuerza de los de
abajo en Estados Unidos. No solo afroamericanos sino gente de muchas otras
nacionalidades participaron en ese levantamiento; eso puso de manifiesto
algunos elementos que serán importantes para hacer la revolución en Estados
Unidos.
Esas dos corrientes
de la revolución proletaria mundial son la clave para transformar la pesadilla
en que vivimos.
Un socialismo
viable y visionario
He hablado de los
"sórdidos secretos" de la globalización. Pues, existe otro. Una
estrategia de suma importancia para los imperialistas es utilizar su
"carretera de información" global y todo su aparato de propaganda
para bombardearnos y desmoralizarnos. Dicen que este mundo es el único que
puede haber, que cualquier iniciativa de cambio está destinada al fracaso y
producirá algo peor, que no hay más remedio que rogarles que nos den a las
víctimas un trato mejor.
Pero la neta: el
imperialismo no sirve; entre más tiempo perdure, mayor será el sufrimiento que
produzca. Como dije, existe otra alternativa: le pongo el nombre de
"socialismo viable y visionario"; es decir, socialismo cuya visión es
poner el mundo al derecho, un socialismo que de veras funciona. Tal socialismo
existió en la China revolucionaria. No me refiero al falso socialismo de la ex
Unión Soviética y de la China actual, que es una porquería capitalista, sino a
la China maoísta.
Los obreros y
campesinos de la China maoísta, colectivamente y con el poder político en sus
manos, se dedicaron a resolver problemas, transformar instituciones y cambiar
su propia mentalidad. Se creó un modelo de desarrollo económico que es muy
relevante para el mundo de hoy. China se desligó del sistema imperialista
mundial y estableció una economía autosuficiente cuyo punto de partida fueron
las necesidades del pueblo y no las ganancias ni las exigencias del mercado
mundial. La agricultura fue la base y la industria estaba al servicio de ella.
La tecnología se
manejó conscientemente con el objetivo de fomentar un desarrollo económico y
social igualitario; no se utilizó para dominar, deshumanizar o desplazar al
pueblo, al contrario, el pueblo la dominó. Los obreros y campesinos
participaron en las tareas de administración, planeación y gerencia; los
gerentes participaron en la producción. Los estudiantes fueron al campo para
aprender de los campesinos. Se estaban superando las diferencias que existieron
durante siglos entre el trabajo intelectual y manual, entre la industria y la
agricultura, y entre la ciudad y el campo. Se luchó contra las relaciones
sociales e ideas que degradan a la mujer y generan rivalidades y encono. Fue
una revolución continua que luchó contra las fuerzas burguesas y explotadoras,
las antiguas y, sobre todo, las nuevas que surgen en la sociedad socialista.
Fue una base de apoyo para la revolución mundial.
Pero en 1976, los
seguidores del camino capitalista encabezados por Deng Xiaoping derrotaron la
revolución. Al analizar esa derrota y las dificultades concretas que la
revolución socialista ha enfrentado, algunos concluyen que es imposible forjar
una sociedad y economía independiente en el contexto de la economía mundial
globalizada. Dicen que el imperialismo es demasiado fuerte y el mundo demasiado
integrado; proponen "reevaluar" o, inclusive abandonar, el proyecto
socialista.
Para responder, los
maoístas planteamos dos puntos. Primero, durante 25 años el socialismo funcionó
en China y puede funcionar en otros lugares. En segundo lugar, es cierto que
los estados socialistas han enfrentado y enfrentarán enormes retos y
obstáculos. A escala mundial, las fuerzas de explotación e imperialismo por
ahora son más fuertes que las de la revolución proletaria. Las relaciones económicas
y sociales del imperialismo, así como su ideología y cultura, seguirán
ejerciendo mucha influencia; y, tarde o temprano, el imperialismo buscará
retomar las posiciones perdidas violentamente.
Sin embargo, eso no
implica que la revolución es imposible. Significa que el destino de cada
revolución está ligado, en última instancia, al avance de la revolución
mundial, lo cual implica que cuando las masas logran tomar el poder y construir
el socialismo, la nueva sociedad debe, ante todo, servir al avance de la
revolución mundial. Ese es el segundo punto.
La revolución
socialista es difícil y tortuosa, pero es el único camino a la emancipación y
la superación de las diferencias y desigualdades de la sociedad de clases; a
establecer una economía socialista liberadora que se caracteriza por el control
social, la participación de las masas y el aprovechamiento de los recursos para
satisfacer sus necesidades básicas; a crear una sociedad donde la mujer
"sostiene la mitad del cielo", hay igualdad de culturas e idiomas, y
la meta de la revolución es llegar a un mundo sin clases: el comunismo.
He tocado muchos
aspectos de la globalización imperialista. Fíjense: para que el sistema
funcione, millones de personas del tercer mundo mueren de hambre... millones en
los países imperialistas pierden el empleo... y en el país más rico del mundo,
Estados Unidos, se construyen más y más cárceles para los oprimidos. De veras
este sistema es obsoleto, pero los buitres quieren convencernos de que es
eterno.
Confrontamos un
enemigo común. Forjemos lazos fuertes y solidaridad más férrea. Aprendamos uno
del otro. Luchemos por otro futuro. Podemos emanciparnos y emancipar a toda la
humanidad.
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