Por: Carlos Angulo Rivas
Días pasados le pedimos a Sinesio Lopez optar por una jubilación urgente, difícilmente honrosa en su caso, pero parece que no aprecia la recomendación. Y para colmo en su último artículo “Las hojas de ruta” nos dice, saliéndose por la libre, lo siguiente: “la intelectualidad, los lideres y cuadros políticos de izquierda, tienen que asumir su responsabilidad, el de no haber podido vertebrar un movimiento o frente político; justamente porque se creen señores feudales de los espacios sociales al cual supuestamente expresan y representan...” o sea que sin autocrítica alguna, él que ha estado metido en la danza política por más de treinta años, echa la culpa a los demás, como se la echó a Ollanta Humala en su anterior escrito, sin tener presente sus teorías socialdemócratas de aceptación plena del sistema económico neoliberal compacto, expoliador y robusto. Precisamente, sistema responsable de la pobreza extrema, la exclusión social y la explotación de los trabajadores y campesinos.
Este sociólogo de La Católica pide a todos los izquierdistas asumir su responsabilidad, sin embargo, nunca se ha preguntado cuál es la responsabilidad de él y su grupo en el descalabro de la izquierda mediante sus teorías equivocadas, de servicio a las clases dominantes, en el intento de conformar un frente político popular consentido, aprobado, admitido y necesario, para el fortalecimiento del sistema de explotación capitalista descarnada. Sinesio López y su grupo, en esta dirección han sido siempre un factor de división en el campo popular, puede observarse su performance, como señalé anteriormente, en la quiebra de El Diario Marka y en la división de la Izquierda Unida en los años pre-electorales 1989-1990. Y en la actualidad, por qué no, cuando como teórico de la “Gran Transformación” embarcó incondicionalmente, sin discusión alguna con los nacionalistas, a casi toda la izquierda tras la candidatura del comandante Ollanta Humala presentándolo como líder indiscutible de los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, los campesinos y los pobladores excluidos.
Ahora a fin de exonerarse de su fracaso teórico e ideológico, Sinesio López pierde la vergüenza de profesor universitario, y se pregunta ¿En qué momento la hoja de ruta comienza a perder su horizonte utópico y su filo reformista? Bueno, en primer lugar, la “hoja de ruta” no tiene ningún horizonte utópico como si lo tiene el manifiesto de la “Gran Transformación”; la concertación con Alejandro Toledo y los Vargas Llosa más bien hizo aterrizar a los reformistas en sus posibilidades reales. Allí se da el inicio del gobierno de centro derecha y Ollanta Humala no es presionado por nadie; entonces, cuando López afirma: “mi hipótesis es que esa mutación comienza cuando el presidente Ollanta, presionado por los poderosos grupos económicos y por la derecha política y mediática e inducido por “los brasileros”, decide cogobernar con los representantes (Velarde y Castilla) del orden neoliberal” aquí como vemos se sitúa fuera de la realidad. Pues, Velarde en el BCR y Castilla en Economía, son anuncios de Humala como presidente electo mucho antes de conformar el gabinete Lerner.
Y para fundamentarse a sí mismo, Sinesio López afirma: “En ese momento se introduce también lo que hoy se llama falta de cohesión porque fuerzas extrañas a Gana Perú comienzan a cogobernar. El discurso de Valdés culmina la tarea de reconversión de la hoja de ruta.” Nada más falso. El gabinete Lerner ya era de centro derecha en lo fundamental, con algunos invitados de la fenecida y utópica “Gran Transformación” ya sea en calidad de ministros, funcionarios o asesores. La falta de cohesión es cierta, y se da precisamente debido a que los invitados no comprendieron la dirección impartida por palacio de gobierno, la de gobernar con la derecha y “unir a todos los peruanos” al estilo puritano de San Martín de Porres. Salomón Lerner Ghitis nunca ha sido de izquierda, fue aprista en la UNI y hoy se le consideraba un nacionalista por amistad financiera con Humala, por consiguiente, nadie puede creer que su salida del gabinete transforma al gobierno radicalmente. Lerner consultó con las grandes empresas mineras transnacionales y nacionales la famosa contribución de 3,000 millones de soles que luego redujo a la mitad con la legislación aprobada en el Congreso, no envió un proyecto de ley de impuestos a las sobreganancias (hoja de ruta) y en el paquete de la “negociación” estaba el acuerdo con Roque Benavides “Conga va”. Lerner proclamó en el CADE la instauración de un “capitalismo democrático” con Ollanta Humala; Lerner anunció primero que Valdez hacer “respetar el estado de derecho y la propiedad privada” con relación a todos los contratos mineros y de extracción de recursos naturales firmados por Alan García, Fujimori y Toledo. Y todas las “consultas previas” llevadas a cabo por este Lerner, primer ministro, se dieron con los empresarios para luego tratar de imponer las decisiones tomadas con ellos a los sectores populares.
Por tanto, la falta de cohesión exhibida por el gabinete Lerner fue consecuencia de la falta de comprensión de los invitados, quienes sin discutir en el Consejo de Ministros la concertación con la derecha deseada por Ollanta Humala, empezaron a dispararse por su cuenta y riesgo; así el gobierno de centro derecha iniciado el 28 de julio pasado empezó a recibir torpedos en la quilla de la embarcación desde la prensa parametrada y corrupta. Fue tan grande la turbamulta iniciada que los asesores principales en vez de asesorar al primer ministro y a los ministros, se creyeron protagonistas, interpretes, actores y, por supuesto, voceros oficiales del gobierno en los periódicos y la TV. Sinesio López insiste con su hueca argumentación y señala: “Es interesante comparar los discursos de los dos primeros ministros del gobierno de Ollanta (Lerner y Valdés) para comprender mejor los sentidos diferentes que tiene la hoja de ruta”; prestemos atención, palabras más o palabras menos, retórica sociológica en Lerner, los dos discursos son casi idénticos por cuanto interpretan la voluntad de Ollanta Humala de gobernar con los empresarios de la mano y bajo la tutela del imperialismo norteamericano. El contenido fundamental que significa la falsa “inclusión social” es el mismo; el de la soñada “consulta previa” se muestra igual; y el de la política económica de crecimiento capitalista por encima de todos, dos gotas de agua. Lo único evidente, en el cambio de Lerner por Valdez, es el estilo de la administración, pero en el fondo es el mismo gobierno de centro derecha iniciado el 28 de julio pasado.
En conclusión, los teóricos, intelectuales, economistas, sociólogos, etc. son útiles pero la experiencia nos enseña que no pueden ni deben sobreponerse a las direcciones políticas. Los sujetos de la “Gran Transformación” impusieron una línea política equivocada y en aras de la unidad electoral los partidos y los frentes populares regionales cayeron en la trampa. A la izquierda peruana le falta un liderazgo a gritos, un liderazgo convergente y democrático, un amplio frente popular donde las elucubraciones teóricas, incluidas las de Sinesio López, sean discutidas con criterio y con la línea política de un cambio revolucionario en el contexto progresista de América Latina.
Días pasados le pedimos a Sinesio Lopez optar por una jubilación urgente, difícilmente honrosa en su caso, pero parece que no aprecia la recomendación. Y para colmo en su último artículo “Las hojas de ruta” nos dice, saliéndose por la libre, lo siguiente: “la intelectualidad, los lideres y cuadros políticos de izquierda, tienen que asumir su responsabilidad, el de no haber podido vertebrar un movimiento o frente político; justamente porque se creen señores feudales de los espacios sociales al cual supuestamente expresan y representan...” o sea que sin autocrítica alguna, él que ha estado metido en la danza política por más de treinta años, echa la culpa a los demás, como se la echó a Ollanta Humala en su anterior escrito, sin tener presente sus teorías socialdemócratas de aceptación plena del sistema económico neoliberal compacto, expoliador y robusto. Precisamente, sistema responsable de la pobreza extrema, la exclusión social y la explotación de los trabajadores y campesinos.
Este sociólogo de La Católica pide a todos los izquierdistas asumir su responsabilidad, sin embargo, nunca se ha preguntado cuál es la responsabilidad de él y su grupo en el descalabro de la izquierda mediante sus teorías equivocadas, de servicio a las clases dominantes, en el intento de conformar un frente político popular consentido, aprobado, admitido y necesario, para el fortalecimiento del sistema de explotación capitalista descarnada. Sinesio López y su grupo, en esta dirección han sido siempre un factor de división en el campo popular, puede observarse su performance, como señalé anteriormente, en la quiebra de El Diario Marka y en la división de la Izquierda Unida en los años pre-electorales 1989-1990. Y en la actualidad, por qué no, cuando como teórico de la “Gran Transformación” embarcó incondicionalmente, sin discusión alguna con los nacionalistas, a casi toda la izquierda tras la candidatura del comandante Ollanta Humala presentándolo como líder indiscutible de los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, los campesinos y los pobladores excluidos.
Ahora a fin de exonerarse de su fracaso teórico e ideológico, Sinesio López pierde la vergüenza de profesor universitario, y se pregunta ¿En qué momento la hoja de ruta comienza a perder su horizonte utópico y su filo reformista? Bueno, en primer lugar, la “hoja de ruta” no tiene ningún horizonte utópico como si lo tiene el manifiesto de la “Gran Transformación”; la concertación con Alejandro Toledo y los Vargas Llosa más bien hizo aterrizar a los reformistas en sus posibilidades reales. Allí se da el inicio del gobierno de centro derecha y Ollanta Humala no es presionado por nadie; entonces, cuando López afirma: “mi hipótesis es que esa mutación comienza cuando el presidente Ollanta, presionado por los poderosos grupos económicos y por la derecha política y mediática e inducido por “los brasileros”, decide cogobernar con los representantes (Velarde y Castilla) del orden neoliberal” aquí como vemos se sitúa fuera de la realidad. Pues, Velarde en el BCR y Castilla en Economía, son anuncios de Humala como presidente electo mucho antes de conformar el gabinete Lerner.
Y para fundamentarse a sí mismo, Sinesio López afirma: “En ese momento se introduce también lo que hoy se llama falta de cohesión porque fuerzas extrañas a Gana Perú comienzan a cogobernar. El discurso de Valdés culmina la tarea de reconversión de la hoja de ruta.” Nada más falso. El gabinete Lerner ya era de centro derecha en lo fundamental, con algunos invitados de la fenecida y utópica “Gran Transformación” ya sea en calidad de ministros, funcionarios o asesores. La falta de cohesión es cierta, y se da precisamente debido a que los invitados no comprendieron la dirección impartida por palacio de gobierno, la de gobernar con la derecha y “unir a todos los peruanos” al estilo puritano de San Martín de Porres. Salomón Lerner Ghitis nunca ha sido de izquierda, fue aprista en la UNI y hoy se le consideraba un nacionalista por amistad financiera con Humala, por consiguiente, nadie puede creer que su salida del gabinete transforma al gobierno radicalmente. Lerner consultó con las grandes empresas mineras transnacionales y nacionales la famosa contribución de 3,000 millones de soles que luego redujo a la mitad con la legislación aprobada en el Congreso, no envió un proyecto de ley de impuestos a las sobreganancias (hoja de ruta) y en el paquete de la “negociación” estaba el acuerdo con Roque Benavides “Conga va”. Lerner proclamó en el CADE la instauración de un “capitalismo democrático” con Ollanta Humala; Lerner anunció primero que Valdez hacer “respetar el estado de derecho y la propiedad privada” con relación a todos los contratos mineros y de extracción de recursos naturales firmados por Alan García, Fujimori y Toledo. Y todas las “consultas previas” llevadas a cabo por este Lerner, primer ministro, se dieron con los empresarios para luego tratar de imponer las decisiones tomadas con ellos a los sectores populares.
Por tanto, la falta de cohesión exhibida por el gabinete Lerner fue consecuencia de la falta de comprensión de los invitados, quienes sin discutir en el Consejo de Ministros la concertación con la derecha deseada por Ollanta Humala, empezaron a dispararse por su cuenta y riesgo; así el gobierno de centro derecha iniciado el 28 de julio pasado empezó a recibir torpedos en la quilla de la embarcación desde la prensa parametrada y corrupta. Fue tan grande la turbamulta iniciada que los asesores principales en vez de asesorar al primer ministro y a los ministros, se creyeron protagonistas, interpretes, actores y, por supuesto, voceros oficiales del gobierno en los periódicos y la TV. Sinesio López insiste con su hueca argumentación y señala: “Es interesante comparar los discursos de los dos primeros ministros del gobierno de Ollanta (Lerner y Valdés) para comprender mejor los sentidos diferentes que tiene la hoja de ruta”; prestemos atención, palabras más o palabras menos, retórica sociológica en Lerner, los dos discursos son casi idénticos por cuanto interpretan la voluntad de Ollanta Humala de gobernar con los empresarios de la mano y bajo la tutela del imperialismo norteamericano. El contenido fundamental que significa la falsa “inclusión social” es el mismo; el de la soñada “consulta previa” se muestra igual; y el de la política económica de crecimiento capitalista por encima de todos, dos gotas de agua. Lo único evidente, en el cambio de Lerner por Valdez, es el estilo de la administración, pero en el fondo es el mismo gobierno de centro derecha iniciado el 28 de julio pasado.
En conclusión, los teóricos, intelectuales, economistas, sociólogos, etc. son útiles pero la experiencia nos enseña que no pueden ni deben sobreponerse a las direcciones políticas. Los sujetos de la “Gran Transformación” impusieron una línea política equivocada y en aras de la unidad electoral los partidos y los frentes populares regionales cayeron en la trampa. A la izquierda peruana le falta un liderazgo a gritos, un liderazgo convergente y democrático, un amplio frente popular donde las elucubraciones teóricas, incluidas las de Sinesio López, sean discutidas con criterio y con la línea política de un cambio revolucionario en el contexto progresista de América Latina.
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